Se trataba de un
venerable mentor budista. Había dedicado casi toda su vida a impartir la Enseñan za. Cuando intuyó
que le quedaban unos días para morir, reunió a miles de discípulos y devotos
para despedirse de ellos. Por su honradez y sabiduría había ganado mucha
celebridad y se congregaron a su alrededor innumerables personas. El anciano
maestro dijo:
-Queridos míos, me
extinguiré en unos días. Así entraré en el nirvana definitivo. Os he reunido
para que me digáis quién de vosotros quiere a compañarme.
Se hizo un inmenso
silencio. Nadie despegó los labios durante unos minutos. El venerable maestro
permanecía erguido y sereno en la postura del loto. De repente, un devoto
quebró el silencio de la mañana para declarar:
Venerable maestro, ¡cómo
me gustaría acompañarte! No hay paz ni sublimidad como el nirvana, claro que
no. Pero tengo familia y ¡me quedan tantas cosas por hacer y aprender! No,
definitivamente, no puedo acom-pañarte.
Nadie mas habló, pero todos
los presentes se sentían identificados con el que así se había expresado.
Una leve sonrisa se
dibujó en los labios del venerable maestro. Ofrecía el néctar de los néctares,
la libertad definitiva y aquellos hombres preferían seguir enganchados en sus
afanes, preocupaciones y pretensiones. Cerró los ojos y entró en meditación
profunda. Tres días después, una hermosa mariposa se posó sobre su cabeza. El
corazón del anciano había dejado de latir.
El Maestro dice: Ni siquiera somos capaces de rmunciar a la
propia estupidez.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india)
No hay comentarios:
Publicar un comentario