En el escenario de la
mente suceden tantos fenómenos. No hay comedia ni tragedia más misteriosa que
las que la mente desarrolla en su propio escenario. Esta es la curiosa historia
de un príncipe al que todos denominaban el príncipe-jazmín, porque cada vez que
espontáneamente sonreía, exhalaba un espléndido aroma a jazmín que se
desparramaba muchos metros alrededor de él. Enterado de tan sorprendente hecho,
el monarca del reino lo hizo llamar. Le dijo:
-Sé que cuando sonríes
todo el ambiente huele a jazmín. Es un hecho insólito y quiero comprobarlo por
mí mismo. Te ordeno que rías.
Pero he aquí que la
sonrisa sólo exhalaba el aroma cuando se producía de manera natural y no
forzada. Así, no fue posible que el príncipe sonriese exhalando su aroma.
Enfurecido y tras intentarlo durante horas, el monarca hizo encarcelar al
príncipe. Transcurrieron las semanas. Una noche, mirando el príncipe a través
de los barrotes del ventanuco de su celda, descubrió que la reina visitaba la
choza de un tullido y se entregaba a él. El acontecimiento se repetía con
alguna frecuencia y el príncipe siempre podía contemplarlo. Lo curioso es que
el monarca siempre había hecho petulantemente gala de que su reina lo amaba
por encima de todo y era de impecable conducta.
Una noche la reina se
retrasó unos minutos. El tullido, con rabia, golpeó cruelmente a la reina cuando
ésta llegó. Le propinó una gran paliza, mientras el príncipe contemplaba la
escena. Con sus muñones, el tullido golpeaba brutalmente a la hermosa dama,
que recibía el castigo sin quejarse.
A pesar de ello, tras
recibir la paliza, la reina le entregó al tullido los sabrosos manjares que
había traido para él. Avergonzado y arrepentido, el tullido se arrojó a los
pies de la reina y comenzó a gemir que le perdonase. La reina repuso:
-Amado mío, no te
preocupes. Tu paliza me ha hecho tan feliz que he recorrido los catorce reinos
celestiales del universo.
Estas palabras fueron
escuchadas por un campesino que había perdido a su burro, y se dijo: «Si esta
mujer ha recorrido todos los reinos celestiales; en alguno de ellos habrá
encontrado, sin duda, a mi burro. Voy a preguntárselo.» Entonces el campesino
fue reprendido y acremente empujado tanto por el tullido como por la reina.
Todo ello lo había visto,
divertido, el príncipe-jazmín. Espontáneamente, ante tanta locura, sonrió y
todo el reino empezó a oler primorosamente a jazmln El monarca le hizo llamar y
le pregunto:
-¿Por qué has sonreído?
Repuso:
-Porque las mentes están
locas.
El rey no comprendió las
enigmáticas palabras del príncipe-jazmín, pero lo liberó dejándolo partir.
Meses después, el monarca descubrió las reiteradas infidelidades de la reina.
Exiló al tullido, despeñó a la reina dándole muerte y se sumió en una
insuperable aflicción. Todos se olvidaron de que un día el príncipe-jazmín
había visitado el reino y había padecido cautiverio. Pero después de todo ello,
entre sollozos, un campesino seguía preguntándose por qué no le habían querido
decir en cuál de los catorce reinos celestiales se encontraba su jumento.
Ahora él tenía que llevar la carga, se lamentaba, en tanto el pollino
disfrutaba morando en uno de esos reinos celestiales donde todo es
bienaventuranza.
El Maestro dice: Si permites que tu mente te arrastre como
el viento lleva la hoja a su merced, convertirás tu vida en la locura de no ser
tú mismo.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
No hay comentarios:
Publicar un comentario