Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 29 de junio de 2012

Mentes locas


En el escenario de la mente suceden tantos fenó­menos. No hay comedia ni tragedia más misteriosa que las que la mente desarrolla en su propio escenario. Esta es la curiosa historia de un príncipe al que todos denominaban el príncipe-jazmín, porque cada vez que espontáneamente sonreía, exhalaba un espléndido aroma a jazmín que se desparramaba muchos metros alrededor de él. Enterado de tan sorprendente hecho, el monarca del reino lo hizo llamar. Le dijo:
-Sé que cuando sonríes todo el ambiente huele a jazmín. Es un hecho insólito y quiero comprobarlo por mí mismo. Te ordeno que rías.
Pero he aquí que la sonrisa sólo exhalaba el aroma cuando se producía de manera natural y no forzada. Así, no fue posible que el príncipe sonriese exhalando su aroma. Enfurecido y tras intentarlo durante horas, el monarca hizo encarcelar al prínci­pe. Transcurrieron las semanas. Una noche, miran­do el príncipe a través de los barrotes del ventanuco de su celda, descubrió que la reina visitaba la choza de un tullido y se entregaba a él. El acontecimiento se repetía con alguna frecuencia y el príncipe siem­pre podía contemplarlo. Lo curioso es que el mo­narca siempre había hecho petulantemente gala de que su reina lo amaba por encima de todo y era de impecable conducta.
Una noche la reina se retrasó unos minutos. El tullido, con rabia, golpeó cruelmente a la reina cuan­do ésta llegó. Le propinó una gran paliza, mientras el príncipe contemplaba la escena. Con sus muñones, el tullido golpeaba brutalmente a la hermosa dama, que recibía el castigo sin quejarse.
A pesar de ello, tras recibir la paliza, la reina le entregó al tullido los sabrosos manjares que había trai­do para él. Avergonzado y arrepentido, el tullido se arrojó a los pies de la reina y comenzó a gemir que le perdonase. La reina repuso:
-Amado mío, no te preocupes. Tu paliza me ha hecho tan feliz que he recorrido los catorce reinos celestiales del universo.
Estas palabras fueron escuchadas por un campesino que había perdido a su burro, y se dijo: «Si esta mujer ha recorrido todos los reinos celestiales; en alguno de ellos habrá encontrado, sin duda, a mi burro. Voy a preguntár­selo.» Entonces el campesino fue reprendido y acremente empujado tanto por el tullido como por la reina.
Todo ello lo había visto, divertido, el príncipe­-jazmín. Espontáneamente, ante tanta locura, sonrió y todo el reino empezó a oler primorosamente a jazmln El monarca le hizo llamar y le pregunto:
-¿Por qué has sonreído?
Repuso:
-Porque las mentes están locas.
El rey no comprendió las enigmáticas palabras del príncipe-jazmín, pero lo liberó dejándolo partir. Meses después, el monarca descubrió las reiteradas infidelida­des de la reina. Exiló al tullido, despeñó a la reina dán­dole muerte y se sumió en una insuperable aflicción. Todos se olvidaron de que un día el príncipe-jazmín había visitado el reino y había padecido cautiverio. Pero después de todo ello, entre sollozos, un campesi­no seguía preguntándose por qué no le habían queri­do decir en cuál de los catorce reinos celestiales se en­contraba su jumento. Ahora él tenía que llevar la car­ga, se lamentaba, en tanto el pollino disfrutaba mo­rando en uno de esos reinos celestiales donde todo es bienaventuranza.

El Maestro dice: Si permites que tu mente te arras­tre como el viento lleva la hoja a su merced, convertirás tu vida en la locura de no ser tú mismo.

Fuente: Ramiro Calle

 004. Anonimo (india),

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