A menudo los discípulos
del Buda eran verbalmente agredidos, cuestionados y y humillados por las gentes
que, aviesamente, querían herirles por falta de comprensión. El mismo Buda era
a veces mal recibido en ciudades o pueblos y tenía que soportar injurias, insultos
y desprecios. Era el hombre más lúcido y compusivo de su época y, sin
embargo, le insultaban y menospreciaban. Cierto día un grupo de ortodoxos
fanáticos llegaron hasta él y comenzaron a increparlo reprochándole que no
tenía ningún conocimiento válido y mofándose de sus enseñanzas. No perdió la
sonrisa de los labios; no se inquietó; no reaccionó. Pero algunos de sus
discípulos, ante tanta injusticia, se dispusieron a replicar; pero el Buda los
calmó y les dijo:
-¡Dejad en paz a esos
discutidores. No os alteréis y mucho menos vayáis a preocuparos por mí. Sabed,
mis buenos amigos, que el mundo discute conmigo, pero yo no discuto con el
mundo.
El Maestro dice: Cuando el huracán sopla violenta y
destructivamente, el lirio se pliega sobre la tierra y, tras el huracán, se
yergue en todo su esplendor.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india)
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