Se trataba de
dos amigos con una gran tendencia hacia la mística. Cada uno de ellos consiguió
una parcela de terreno donde poder retirarse a meditar tranquilamente. Uno de
ellos tuvo la idea de plantar un rosal y tener rosas, pero enseguida rechazó el
propósito, pensando que las rosas le originarían apego y terminarían por
encadenarlo. El otro tuvo la misma idea y plantó el rosal. Transcurrió el
tiempo. El rosal floreció, y el hombre que lo poseía disfrutó de las rosas,
meditó a través de ellas y así elevó su espíritu y se sintió unificado con la
madre naturaleza. Las rosas le ayudaron a crecer interiormente, a despertar su
sensibilidad y, sin embargo, nunca se apegó a ellas. El amigo empezó a echar de
menos el rosal y las hermosas rosas que ya podría tener para deleitar su vista
y su olfato. Y así se apegó a las rosas de su mente y, a diferencia de su
amigo, creó ataduras.
*El Maestro dice: A lo que tienes que renunciar es al sentido de posesividad y a la
ignorancia.
004. Anonimo (india),
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