Era una ciudad pequeña de
la India. En
su templo principal había una caja para depositar los donativos. Los
benefactores del templo se hacían cargo de esta caja, a la par que había otra
para los devotos comunes. Tenían por costumbre echar una moneda de oro a la
semana.
Kamal era el nombre de
uno de los benefactores. Se dijo: «Todas las semanas los benefactores echamos a
la caja un buen número de monedas de oro. Por una vez que yo eche una de cobre,
poco se va a notar en la suma total y, además, ¿quién va a saber que soy yo?»
Así que Kamal, sin darle más vueltas al tema, cogió una moneda de cobre y la
echó en la caja de donativos.
Llegó el domingo. Como
era habitual, los benefactores se reunieron para hacer el culto y luego procedieron
a abrir la caja de los donativos. ¡Sorpresa y bochorno! Todas las monedas eran
de cobre, porque todos los benefactores habían tenido el ávido pensamiento de
Kamal.
El Maestro dice: Como el óxido se adhiere al metal y el musgo
a la piedra; la avidez se adhiere a la mente humana. Pero si te aferras a la
moneda de oro, estás haciendo el peor de los negocios estás dejando de contemplar
y reconocer tu naturaleza original.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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