Era un príncipe. Renunció
a lujos, fastos, riquezas y un reino para abocarse a la aventura interior.
Halló la liberación definitiva e instruyó durante cuarenta y cinco años a los
demás. Era Siddharta, antes un príncipe; después el Buda. No se perdía en
abstracciones filosóficas ni en suposiciones metafisicas. Mostraba lo esencial
para recorrer la vía hacia la liberación definitiva. Trataba de evitar que los
monjes y discípulos se extraviasen en divagaciones filosóficas o argumentaciones
y abstracciones metafísicas. Lo urgente es caminar hacia la liberación
definitiva y no entrar en el laberinto intrincado de las opiniones, las
suposiciones y las indagaciones sobre lo incognoscible.
El Buda declaró en una
ocasión:
«Supongamos que uno viene
y os dice: "Pues yo no seguiré la vida de pureza que enseña el Buda hasta
que él no me aclare si el mundo es eterno o no es eterno, si es infinito o no
es infinito; si el cuerpo y el alma son una misma cosa, o dos cosas distintas;
si el Buda perdurará después de la muerte, o si no perdurará, o si perdurará y
no perdurará al mismo tiempo, o si ni perdurará ni dejará de perdurar."
Ése sí que morirá antes de que el Buda pueda acabar de darle todas las
explicaciones que pide. Es como uno que lo hubiesen herido con una flecha
envenenada y sus compañeros y amigos y parientes hubiesen traído un cirujano
para curarlo. Y el herido les dijese: "¡Ah, no! Nada de sacarme la flecha
mientras que no sepa quién me ha herido: si es de casta de guerreros, de sacerdotes,
de plebeyos o de siervos; cómo se llama y cuál es su linaje; si es alto, bajo o
mediano..." Qué duda cabe que ése moriría antes de que pudieran
contestarle a todas sus preguntas.»
El Maestro dice: No te pierdas en la maraña de suposiciones u
opiniones. Dedica ese tiempo y energía al trabajo sobre ti mismo y evoluciona.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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