El Maestro se había
sentado a reposar bajo un frondoso árbol. Sintió la apacible brisa de la tarde
y escuchó el envolvente arrullo del riachuelo cercano. Estaba armónicamente
fundido con la naturaleza cuando uno de sus discípulos se acercó hasta él.
-¿Te molesto, venerable
maestro?
-¿Quién hay al que puedas
molestarle? Siéntate. Disfruta.
-¿Disfrutar, maestro?
¡Hay tantas adversidades, tanta insatisfac-ción, tantas sensaciones
desagradables!
-Yo soy como la brisa del
aire -dijo el maestro-, como el riachuelo que fluye, como el aroma de las
flores que se expande. ¿Dónde está el problema?
¡Súbitamente apareció un
tigre hambriento. ¡El maestro estaba tan a gusto identificado con la brisa, el
riachuelo, las nubes, los arbustos...! Nada más ver al tigre, el discípulo se
encaramó a un árbol y dijo:
-¿Lo ves, amado maestro?
¡Hay tantas adversidades!
-Eso es así -dijo el
maestro apaciblemente- si hay alguien para sentir las adversidades -y en tanto
así se expresaba, el tigre ham-briento comenzó a devorar al maestro.
Y a punto de ser
engullido, todavía el discípulo pudo escuchar las últimas palabras del maestro:
-¿Dónde está el problema?
El Maestro dice: Quien ha superado su ego, ¿qué adversidad
puede temer?
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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