El principe Arjun había
roto una promesa, por lo que se vio castigado con el exilio durante doce años.
Partió entonces hacia los bosques, con un grupo de brahmanes. Llegó hasta
Gangotri, las fuentes del sagrado río Ganges, y allí, en sus orillas, hizo un
gran sacrificio al fuego, que duró varios meses.
Un día, el príncipe se
encaminó al río, a tomar el baño ritual antes de comenzar sus ofrendas a los
dioses. Pero cuando entró en el agua se sintió desfallecer e incapaz de volver
a salir, como si algo o alguien le retuvieran allí. Pidió ayuda a sus
compañeros, que se encontraban en la orilla, pero nada pudieron hacer por él.
Arjun se fue sumergiendo en el agua y perdiendo a la vez el conocimiento.
Cuando se recobró, estaba
acostado en un suntuoso lecho, dentro de un inmenso palacio. Era una habitación
grande y, en ella, había un fuego sacrificial con todo lo necesario para las
ofrendas. Arjun se sentó ante él y llevó a cabo sus ritos con devoción. Cuando
hubo acabado, alzó la vista y se encontró con un ser extraño. La parte superior
de su cuerpo pertenecía a una hermosa mujer, pero la parte inferior era la de
una serpiente.
-¿Quién eres? -preguntó
el príncipe.
-Soy Ulupi -fue la
respuesta. Pertenezco a la raza de los naga,
las serpientes semidivinas, y soy hija del rey Kauravya. Te encuentras en
nuestro reino, en la ciudad de los naga.
-¿Y para qué me has
traído aquí contra mi voluntad?
-Te ruego que me perdones
por ello. La razón es que te amo desde hace tiempo. He visto tu retrato,
conozco tu linaje, he sabido de tus hazañas y anhelo que me hagas tu esposa.
-No es posible -exclamó
Arjun-. Eres una mujer dulce y encantadora, pero yo sólo soy un príncipe
exiliado.
-No me importa. Te he
dicho que te amo y, si no me aceptas, moriré de pesar. Y el deber de los
príncipes es proteger a los afligidos. No querrás causarme dolor, ¿no es así?
Arjun se sintió conmovido
por las palabras de la mujer.
-Respeto tus
sentimientos, pero mi sacrificio en Gangotri ha quedado inconcluso.
-Mañana te llevaré allí
de vuelta. Pero quédate hoy conmigo.
El príncipe accedió a
este ruego y permaneció esa noche con la princesa de las serpientes, que le
atendió y cuidó con todo amor.
A la mañana siguiente,
Ulupi condujo a Arjun de regreso a las orillas del río y, antes de que él
pudiese decirle nada, desapareció.
Arjun completó el
sacrificio y se dirigió en peregrinación a varios lugares santos de la región.
Llegó hasta el reino de
Manipur, donde, en un jardín, vio a una bella joven que le recordó a Ulupi. Se
acercó a ella y se presentó. La muchacha resultó ser Chitrangada, la hija del
monarca de Manipur. El príncipe se sintió muy atraído por ella y pidió su mano
al rey. Éste accedió al matrimonio, mas indicó a Arjun que ella era su única
hija, por lo que el primer hijo que tuviera sería su sucesor y heredaría el
trono de Manipur.
Arjun y Chitrangada se
desposaron y vivieron felices en la ciudad. Tuvieron un hijo, al que llamaron
Babhruvahan. Cuando éste tuvo un año de edad, Arjun, para completar su
penitencia, partió de nuevo a una peregrinación.
En el palacio de las
profundidades del río, la bella Ulupi sentía enorme-mente la separación de su
amado. Sabía que nunca gozaría del amor de Arjun, pero decidió marchar junto a
Chitrangada y Babhruvahan, para sentirse de esta manera cerca de él.
Adoptando una forma
totalmente humana, Ulupi se encaminó a Manipur y allí se presentó ante
Chitrangada. Bendijo a su hijo, anunciando que sería un gran guerrero y, a
partir de aquel momento, hizo frecuentes visitas al reino, tomándoles gran
cariño a la madre y al hijo. Solía contarle a Babhruvahan historias sobre las
hazañas de su padre y le incitaba a emularle en todo.
Pasaron los años y, a la
muerte de su abuelo, Babhruvahan heredó el reino.
Por su parte, Arjun se
hallaba en combate contra sus primos, para recuperar su reino, que éstos le
habían arrebatado. El príncipe hirió de muerte en la batalla al caudillo
enemigo, por lo que los seguidores de éste pidieron a la diosa Ganga, la
personificación del río Ganges, que castigase a Arjun. La diosa decidió que el
príncipe, tras su muerte, moraría en el infierno.
Ulupi, desde las aguas,
escuchó la maldición de la diosa y, para evitarle mal a su amado, imploró a su
padre, el rey de las serpientes, que salvara a Arjun del infierno. Kauravya
se dirigió con esta súplica a los dioses, que dijeron que únicamente se
anularía la maldición si Arjun moría en combate a manos de su hijo,
Babhruvahan.
La gran batalla por la
recuperación del reino había concluido con la victoria de Arjun y sus hermanos,
el mayor de los cuales ascendió al trono. Entonces, para celebrar la victoria,
se decidió que se llevaría a cabo el denominado "sacrificio del
caballo". Era ésta una antigua tradición que se llevaba a cabo durante la
coronación de un rey. Era costumbre soltar a un caballo y dejarlo vagar a su
antojo, siguiéndole de cerca. Si llegaba a algún lugar habitado, entonces el
guerrero que seguía al caballo debía entrar en combate con los campeones del
lugar y, si vencía, el reino pasaba a su poder.
Así se hizo y Arjun fue
el encargado de efectuar el sacrificio. Siguió al hermoso caballo blanco,
combatió contra varios reyes, venciéndoles a todos e incorporando sus
territorios a su corona. Finalmente, el caballo llegó hasta el reino de
Manipur.
Su hijo, Babhruvahan
salió a recibirle con mucho agasajo.
-¡Bienvenido seas, padre!
Me alegra mucho gozar de tu presencia -manifestó el joven rey.
Pero Arjun no estaba
contento con la conducta de su hijo.
-¡Hijo, Babhruvahan! Has
faltado a tu deber como guerrero. No has cumplido lo que como rey es tu obligación.
El caballo de mi sacrificio ha entrado en tu reino y yo he de apoderarme de
estos territorios. Tú debes procurar evitarlo. ¿Por qué no has tomado las armas
contra mí, que soy en este momento un invasor en tus esta-dos?
Babhruvahan quedó
anonadado por estas palabras.
-Pero, padre -balbuceó-,
¿cómo puedo combatir contra ti?
Y, abandonando el lugar,
Babhruvahan se dirigió a sus habitacio-nes en el palacio.
En aquel momento, Ulupi
se presentó allí y le habló de esta manera:
-Querido mío -le dijo:
No dudes. Combate contra tu padre. Es ése el deber del guerrero y, además, eso
es lo que él espera de ti. No le defraudes.
Las palabras de Ulupi, a
quien Babhruvahan consideraba como una segunda madre, hicieron mella en él,
por lo que se aprestó para el combate, decidido a ganarse de nuevo el respeto
de su padre.
Tuvo lugar en aquel
momento una descomunal batalla, pues tanto Arjun como su hijo eran guerreros
fuertes y de gran habilidad en el manejo de todo tipo de armas.
Una flecha, disparada por
Babhruvahan, hirió a Arjun en un hombro, quien se sintió orgulloso de su hijo y
le incitó a que peleara hasta el límite de sus fuerzas. El combate continuó
durante varias horas, hasta que una flecha del joven rey atravesó el pecho de
su padre, dejándole sin vida en el acto. Babhruvahan, en ese momento, cayó
asimismo al suelo sin sentido, agotado por el esfuerzo realizado.
Junto a los dos cuerpos
inertes estaba Ulupi, quien avisó a Chitrangada de lo que había sucedido. Ambas
mujeres se encontraron en el campo de batalla y Chitrangada vio a Ulupi llorar
sobre el cuerpo de Arjun y supo del amor que ella sentía por su esposo. Observó
también que Ulupi había recobrado su forma primera y se percató de que no era
una simple mortal, sino que pertenecía a la raza de los naga.
La reina se dirigió a la
princesa de las serpientes y le suplicó que emplease su magia para revivir a
Arjun.
Ulupi se negó en un
principio, por lo que Chitrangada amenazó con darse muerte a los pies de su
esposo, si Ulupi no hacía lo que se le suplicaba.
En esto, Babhruvahan
recobró el sentido; miró alrededor y se dio cuenta de lo que estaba
sucediendo. Se dirigió a Ulupi con estas palabras:
-¡Ulupi! Eres para mí
como mi madre y conozco lo que hay en tu corazón. Sé que no podrás permanecer
inerte ante el cuerpo de mi padre, Arjun, al que veneras y consideras como tu
esposo. Mira a mi madre -y señaló en dirección a Chitrangada. Ésta se
encontraba arrodillada junto al cadáver de su esposo, con la intención de no
abandonarle y de dejarse morir de inanición a sus pies-. Ella ha sido para ti
una hermana. ¿Vas a dejarla sin consuelo en su dolor?
Pero Ulupi se mantenía
inflexible.
-Yo he hecho lo que me
has dicho -continuó el joven. He combatido contra mi padre para cumplir con
mi deber de guerrero. Él se salvará de la maldición de la diosa Ganga, pero yo
me condenaré al infierno, pues he cometido el pecado de matar a mi progenitor.
Por eso te digo que, si no le vuelves a la vida, yo moriré con él. Dejaré de
comer y de beber hasta que fallezca a su lado, junto a mi madre.
Viendo la determinación
de Babhruvahan, Ulupi tomó la decisión de recurrir a los poderes de las
serpientes. Cerró los ojos y se concentró en un rubí mágico que poseía su raza
y que tenía la propiedad de devolver la existencia a los muertos. De
inmediato, cayó del cielo a sus pies la preciada joya.
Con ella se dirigió hacia
el cadáver de Arjun, le tocó y, en ese instante, el príncipe volvió a la vida.
Abrazó a su hijo, al que
felicitó por su valor y su sentido del deber. Luego giró en derredor y se
maravilló de ver allí a Ulupi, junto a Chitrangada. Preguntó por la razón de
aquello y Babhruvahan le contó todo lo que Ulupi había hecho por salvar el
honor del hijo y la vida del padre, y cómo había contrarrestado la maldición
de los dioses.
Arjun quedó profundamente
conmovido con aquello y, con el beneplácito de Chitrangada, reconoció a Ulupi
como esposa.
(Del Mahâbhârata de Vyâsa)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. Anonimo (india),
No hay comentarios:
Publicar un comentario