Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de julio de 2012

La confesión del dulzainero


409. Cuento popular castellano

Como dulzainero, yendo yo a tocar a las funciones de los pue­blos, fui un día a una a un pueblo donde era costumbre de ir a confesar todos los invitados de la boda. Al tocarme a mí por tur­no, me arrimé al confesonario y me dice el cura:
-¿Has hecho esamen de conciencia?
-No, señor.
-Pues vamos a ver, por los mandamientos. El primero: amar a Dios sobre todas las cosas. ¿De dónde eres, chiquito?
-De Peñafiel, para servirle a ustez.
-Hombre, pues yo conozco a muchos de Peñafiel. Pero vamos a ver, el segundo: no jures su santo nombre en vano. Pues ¿de quién eres tú de Peñafiel?
-Pues de mi padre, del tío Mundaco.
-Vamos a ver, hijo, dejar ahora estas cosas, que no estamos para gastar tiempo, que van a tocar a misa. El tercero: santificar las fiestas. ¿Pues con quién estaba casao tu padre?
-Con mi madre, con la tía Mundaca.
-Vamos a ver, hijo, no venimos a averiguar biografías de nin­gún género. El cuarto: honrar padre y madre. ¿Pos no se murió ya tu abuelo?
-Sí, señor.
-Pues Dios le haya perdonao, hombre. Vamos a ver, el quin­to, no matar. Pues ¿se quedaría viuda tu abuela?
-Sí, señor -dije yo.
Entró en ese momento un chico:
-¡Señor cura, venga ustez a dar la Santa Unción a mi abuela que se está muriendo!
Y yo, viendo que no había hecho la confesión, no quise ir a comulgar.

Peñafiel, Valladolid. Mariano Ruiz Salinero.
26 de abril, 1936. Dulzainero, 58 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)



La conciencia del molinero


392. Cuento popular castellano

Éste era un molinero que tenía un molino en el campo. Y para que fuera el público a moler, decía que era de mucha conciencia, que no robaba. Llegó un señor con un saco de trigo y le dijo:
-Muélame ustez este saco de trigo.
-Estoy picando la piedra -le contestó el molinero. Cuando termine, te lo moleré.
Se va el amo del saco de trigo a un pueblo inmediato a hacer un recado, y mientras tanto el molinero abre el saco, le echa la bendición y le dice:

-Por esta bendición que te di,
te saco medio celemín.

Porque los chicos no tienen zapatos, otro medio celemín te saco. Porque la mujer no tiene mandil, te saco otro medio celemín. No me andes con chiquillas, que te saco una cuartilla. Si sigún eres de un pobre, fueras de un rico, te sacaba un pienso para el borrico. ¡Que seas de pobre, que seas de rico, te saco un pienso para el borrico!
Si no, te agarro de los corujones, y te echo a los cajones.

Nava de la Asunción, Segovia. Pedro García de Diego.
18 de abril, 1936. Posadero, 75 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)



La camisa con siete brazos


444. Cuento popular castellano

Como antiguamente venían los estudiantes pidiendo por los pueblos, llegó un estudiante a un pueblecillo. Y llegó a la casa de un párroco y llamó:
-¿Dan ustedes posada a un estudiante que viene de estudiar en Salamanca?
Y el ama del cura comenzó a refunfuñar:
-Ya vienen aquí ésos a engañar a ustez. Le cuentan cuatro patrañas y ya se queda ustez tan conforme.
-¡Deja, deja, mujer! Dile que suba, que así sabremos qué pasa por Salamanca.
Ella, aunque a regañadientes, le mandó subir.
-Vamos, hijo, ¿qué pasa por Salamanca? ¿Qué hay de par­ticular?
-Hombre, mucho no pasa; pero algo sí. Precisamente ayer se quemó el río.
-¡Hombre, hombre! ¡Qué cosa más rara!
-Pues, sí, señor. Así ha sido -decía el estudiante.
Y además -dice, hay un hombre con siete brazos.
-¡Vaya, vaya! María, haz una tortilla a éste para que cene, que mira, que cuenta cosas estupendas.
El estudiante cenó y se marchó al día siguiente. Por la tarde llegó otro estudiante, y volvió a llamar a ver si daban posada a un estudiante de Salamanca.
-¡Vaya! -dijo el ama-. Ya tenemos aquí a otro para contar mentiras.
-¡Vaya! Dile que suba a ver si es cierto lo que nos dijo el otro. Le hicieron subir al estudiante y empezó el señor cura a pre­guntarle:
-¿Pasa algo de particular por Salamanca?
-Señor, parece que no sé nada.
-Pues, hombre, me dijo ayer un compañero que se había que­mado el río.
-Yo, el río no le he visto quemar; pero sí he visto vender mucho pescado asado, que tal vez tenga relación con eso.
-¿Ves, ves, María, cómo es cierto lo que el otro decía? Tam­bién me dijo que había un hombre con siete brazos.
-Hombre, yo no le he visto; pero sí que vi un día en un bal­cón, colgada, una camisa con siete brazos. Y ahora me explico por qué tenía esa camisa así.
-¡Vaya! ¿Ves, María, cómo no mienten estos pobres chicos? Hazle, hazle a este chico una tortilla para que cene. Y el estudiante salió del paso y cenó.

Burgos, Burgos. Ecequiela Manero. 2 de junio, 1936. 50 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


La calzaderilla


499. Cuento popular castellano

Yendo yo por una cuestecilla, se me cayó mi calzaderilla. Me la cogió mi perrilla, y no me la quiso dar sin que le diera (el) pan.
Fui al arca [para que me diera el pan], y no me lo quiso dar sin que le diera la llave.
Fui al herrero [para que me diera la llave], y no me la quiso dar sin que le diera (el) carbón.
Fui a Tamajón [para que el carbonero me diera el carbón], y no me lo quiso dar sin que le diera (la) leche.
Fui a la vaca [para que me diera la leche], y no me la quiso dar sin que le diera (la) hierba.
Fui al prao [para que me diera la hierba] y no me la quiso dar sin que le diera (el) agua.
Fui al molino [para que me diera el agua]. El molino me dio el agua. Fui al prao, le di el agua, y me dio la hierba. Fui a la vaca, la di la hierba, y me dio la leche. Fui a Tamajón, le di la leche al carbonero, y me dio el carbón. Fui al herrero, le di el carbón, y me dio la llave. Fui al arca,, le di la llave, y me dio el pan. Fui a mi perrilla, la di el pan, y me dio mi calzaderilla.

Riaza, Segovia. Tendera, unos 60 años. 31 de marzo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


La cabra montesina


484. Cuento popular castellano

Era una madre que tenía tres hijas. A la una la mandó hacer un pañuelo, a la segunda un costurero y a la tercera una sábana. Y las dijo:
-La que se lo termine primero, la unto un cacho de pan de miel. Se lo terminó la del pañuelo y dijo a su madre:
-Madre, ya me he terminao el pañuelo. ¡Me unte el pan de miel! Y la madre la dijo:
-¡Sube allá arriba y untas el pan de miel en la tinaja!
Y allá estaba la cabra montesina. Y cuando subió la niña, la dijo:
-¡Yo soy la cabra montesina, que derribo montes y valles, y me trago [a] las niñas a pares!
Y se la tragó. Después terminó la del costurero y dijo a su madre:
-Madre, ya he terminao el costurero. ¡Me unte el pan de miel! Y la madre la dijo:
-¡Sube allá arriba! ¡Allá está tu hermanita que te lo unte!
Subió y la cabra montesina la dijo:
-¡Yo soy la cabra montesina, que derribo montes y valles, y me trago [a] las niñas a pares!
Y se la tragó. Después terminó la de la sábana y dijo a su madre:
-Madre, ya me he terminao la sábana. ¡Me unte el pan de miel!
-¡Allá arriba están tus hermanitas que te lo unten! Subió y la cabra montesina la dijo:
-¡Yo soy la cabra montesina, que derribo montes y valles, y me trago [a] las niñas a pares!
Y se la tragó.
Después, como tardaban, su madre subió a ver lo que hacían. Y se encontró a la cabra montesina, que la dijo:
-¡Yo soy la cabra montesina, que derribo montes y valles, y me trago [a] las mujeres a pares!
Al oír esto, la madre no quiso aguardar más y se bajó a la calle llorando. Al poco rato pasaban por allí dos soldaos, que la dijeron:
-¿Por qué llora ustez, buena mujer?
-Porque hay allá arriba una cabra montesina -dijo la ma­dre, que se ha tragao a mis tres hijas.
-¡Vamos, vamos! -dijeron los soldaos-, nosotros la mata­remos.
Subieron y allá se encontraron a la cabra montesina y les dijo:
-¡Yo soy la cabra montesina, que derribo montes y valles, y me trago [a] los soldaos a pares!
Y se los tragó.
La madre seguía llorando en la puerta de su casa y pasaron por allí dos guardias.
-¿Por qué llora ustez, buena señora? -le preguntaron.
-Porque hay allá arriba una cabra montesina, que se ha tragao a mis tres hijas y a una pareja de soldaos.
-¡Vamos, vamos! -dijeron los guardias, nosotros la mata­remos.
Cuando subieron, se encontraron a la cabra montesina y les dijo:
-¡Yo soy la cabra montesina, que derribo montes y valles, y me trago [a] los guardias a pares! Y se los tragó.
Después la madre seguía llorando en la puerta de su casa. Y ya cuando veía que nadie podía matar a la cabra montesina, pasó
por allí una hormiguita y la preguntó:
-¿Por qué llora ustez, buena mujer? Y ella contestó:
-Porque hay allá arriba una cabra montesina que se ha tragao  [a] mis tres hijas, una pareja de soldaos y una pareja de guardias.
-¡Vamos, vamos, que yo la mataré! -dijo la hormiguita.
-¡Conque no la han matao los soldaos y los guardias, y la vas a matar tú! -dijo la madre.
-¡Vamos, vamos! -dijo la hormiguita; ¡no importa!...
Subió la hormiguita y efeztivamente estaba allí la cabra. En­tonces la hormiguita se la puso en la tripa, la dio un mordisco y salieron triunfantes las tres niñas, los dos soldaos y los dos guar­dias. Y entonces la madre decía, llorando de alegría:
-¿Con qué pagaré yo a esta hormiguita este beneficio? ¿Con dos fanegas de trigo?
Y la hormiguita la contestó:
-¡No coge tanto mi costalito, ni muele tanto mi molinito!
-¿Con una fanega? -dijo la madre. Y la hormiguita contestó otra vez: -¡No coge tanto mi costalito, ni muele tanto mi molinito!
-¿Con un celemín?
-¡No coge tanto mi costalito, ni muele tanto mi molinito!
-¿Con tres granitos?
-¡No coge tanto mi costalito, ni muele tanto mi molinito!
-¿Con un granito?
-¡Sí coge tanto mi costalito; sí muele tanto mi molinito! Conque la pagó la madre de las niñas a la hormiguita un gra­nito de trigo y la hormiguita se fue muy contenta a su casa.

Covarrubias, Burgos, Basilisa Juarros. 4 de junio, 1936. 13 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


La cabra linguilindorga


503. Cuento popular castellano

Yo tengo una cabra linguilindorga, capuzada, ciega y sorda.
Si la cabra no fuera linguilindorga, capuzada, ciega y sorda,
no tendría los chivos linguilindorgos, capuzados, ciegos, y sordos. Pero como la cabra es linguilindorga, capuzada, ciega y sorda, tiene los chivos linguilindorgos, capuzados, ciegos y sordos.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


La cabra de montes y pinares


472. Cuento popular castellano

Ésta era una mujer que tenía una hija y una vez la mandó a por leña al corral. Y en el corral se había metido una cabra, y la niña dijo:
-¡Os, cabra! ¡Os, cabra!
Y la cabra la contestó:
-¡Soy cabra de montes y pinares que me como a las niñas!
La niña tuvo miedo y se fue llorando y se lo contó a su madre.
La madre entonces bajó al corral y la dijo a la cabra:
-¡Os, cabra! ¡Os, cabra!
Y la cabra la contestó:
-¡Soy cabra de montes y pinares que me como a mujeres y niñas!
Y ya se salió la mujer a la puerta de su casa y se echó a llorar.
Y pasó por allí un hombre y la dijo:
-¿Por qué llora usted, buena mujer? Y ella le contestó:
-Porque se ha metido una cabra en mi corral y no quiere salir. Y la dijo entonces el hombre:
-Vamos a ver si la podemos sacar.
Y fue el hombre al corral y la dijo a la cabra:
-¡Os, cabra! ¡Os, cabra!
Y la cabra le contestó:
-¡Soy cabra de montes y pinares que me como a hombres, mujeres y niñas!
Se salió el hombre y se puso la mujer otra vez llorando en la puerta. Hasta que pasó por allí un cura y la dijo:
-¿Por qué llora usted, buena mujer?
-Porque se ha metido una cabra en mi corral y no quiere salir -contestó la mujer.
-Vamos a ver si la podemos sacar -dijo el cura. Y fue al corral y dijo:
-¡Os, cabra! ¡Os, cabra!
Y la cabra dijo:
-¡Soy cabra de montes y pinares que me como a curas, hom­bres, mujeres y niñas!
Se marchó el cura y la mujer se puso otra vez a la puerta llo­rando. Pasó entonces un sacristán y la dijo a la mujer:
-¿Por qué llora usted, buena mujer?
-Porque se ha metido una cabra en mi corral y no quiere salir
-Vamos a ver si la podemos desechar -dijo el sacristán.
-¡Os, cabra! ¡Os, cabra!
Y la cabra contestó:
-¡Soy cabra de montes y pinares que me como a sacristanes, curas, hombres, mujeres y niñas!
Se marchó el sacristán y la mujer quedó otra vez llorando.
Y pasó por allí un monaguillo y la dijo:
-¿Por qué llora usted, buena mujer?
-Porque se ha metido una cabra en mi corral y no quiere salir.
-Pues vamos a ver si la podemos desechar. Bajaron al corral y dijo el monaguillo:
-¡Os, cabra! ¡Os, cabra!
Y la cabra contestó:
-¡Soy cabra de montes y pinares que me como a monaguillos, sacristanes, curas, hombres, mujeres y niñas!
El monaguillo se marchó y la mujer se puso otra vez a llorar. Hasta que pasó por allí una hormiga y la dijo:
-¿Por qué llora usted, buena mujer?
-Porque se ha metido una cabra en mi corral y no quiere salir.
-¿Cuánto me da y la desecho? -preguntó la hormiga.
-Diez fanegas de trigo -contestó la mujer.
-No muele tanto mi molinito -dijo la hormiga. No coge tanto mi costalito.
-Cinco fanegas.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Dos fanegas.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Una fanega.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Un puñadito.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Veinte granos.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Diez granos.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Cinco granos.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Tres granos.
-No muele tanto mi molinito. No coge tanto mi costalito.
-Un grano.
-¡Ése sí que lo muele mi molinito! -dijo la hormiga. 
-¡Ése sí que lo coge mi costalito!
Bajaron al corral y dijo la hormiga:
-¡Os, cabra! ¡Os, cabra!
Y la cabra contestó:
-¡Soy cabra de montes y pinares, que me como a hormigas, monaguillos, sacristanes, curas, hombres, mujeres y niñas!
Y va la hormiguita, le da un picotazo en el culo, la hizo saltar y se salió la cabra del corral.
Entonces la mujer le dio el grano de trigo a la hormiguita, y ésta se fue a casa muy contenta.
Y colorín, colorete, por la chimenea sale un cohete, y el que no alza el dedo, un cachete.

Peñafiel, Valladolid. Baltasar Platero Frutos. 29 de abril, 1936. 12 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)