Había
un matrimonio que querían tener familia y no conseguían. Hacían
promesas y más promesas, ¡y nada!, no conseguían tener familia.
Por fin, después de tanto rogar, peru a los muchos años, la señora
estuvo encinta. Y comu eran personas muy ricas, ellos estaban
contentos qu'iban a tener chicos. Ya iba llegando el tiempo, y ya
tenían la matrona en la casa no más ante di hora pa que protegiera
a l'enferma. Y hasta que se llegó al cabo de que s'enfermó. Y tuvo
un viborón d'hijo. Después, la matrona, cuando lo recibió se
sosprendió, pero lo dejó no más. El viborón se jué abajo di un
mueble y ella se calló no más. Ella l'atendió a la señora como si
hubiera tenido un chico. Como la señora nu había tenido nunca
chicos, no sabía si lloraban o no los chicos, y no preguntó nada.
Cuando ya l'acomodó y la dejó, la matrona lu encontró al viborón
arrolladito abajo 'el mueble, y lo sacó envuelto en una sábana.
Después ella lo sacó afuera, que no lo viera la madre. Después la
matrona le dijo al padre del viborón, que lo llevara adonde estaba
el cura a ver qué decía.
El
padre lo llevó al viborón al cura, y entonce el cura lo qu'hizo,
jué y lo bautizó, y le dijo que lo criara y muy bien atendido, y le
puso Juan, al viborón.
Depués,
lo pusieron en una pieza que sólo entraba el padre a dale la leche,
y la madre no sabía nada qu'él estaba criando al hijo, no le
querían avisar hasta mientra que no sane bien. El padre li hacía
todos los acomodos igual qui un niño. El viborón, cuando venía el
padre, ya lu esperaba; qu'era muy entendido. No tenía mes, pero
conocía el padre. Ya cuando el viborón enteró como seis y siete
meses, el padre no sabía qui hacer; si le decía o no a la señora.
La piona lo sabía tamién, pero nu avisaba tampoco a nadie.
El
viborón tenía cama, y si acomodaba en todo como una persona. Ya
estaba grandecito, y comenzó a salir de noche; se les desaparecía.
Hasta que si halló en el deber, el padre, de decile a la señora qui
había tenido un viborón. Él le dijo a la señora que no se juera
asustar, y le contó todo.
Ya
se lo trajieron, y cuando lo vido se descompuso. Pero después se
tranquilizó y comenzó a cuidarlo com'un hijo. Al último lu atendía
ella no más, y el viborón los conocía a los dos padres.
Después,
cuando ya enteró dos años, escasamente, cenaba, y s'iba de paseo.
Se les desaparecía de la pieza.
Bueno...
Después, ya los sacó estrechos que lu echen a la escuela, o de no,
que l'enseñen todo lo qu'ellos sabían. El viborón hablaba igual
que un cristiano. Qu'era tan blanco, como ver una tira de bramante.
Bueno...
Ya le comenzaron enseñar y aprendió en pocas vueltas no más, de
leutura y todo lo que l'enseñaban; aprendió en seguida no más.
Bueno...
Ya cuando tuvo como quince años, ya los sacó estrechos que se
quería casar, y que le busquen una novia. Los padres se
desesperaban; ¡quién s'iba querer casar con un viborón!
Y
qui había áhi cerca una familia vecina que tenía tres hijas. Y que
dijieron qui allá iban ir a ver, y que dijo el viborón:
Y
que tamién dijo que si a él no le gustaba, áhi no más iba quedar.
Había síu como basilisco, el viborón. Que l'encargaba al padre que
no le trajiera zoncera, sino una niña muy linda. Ya le trajieron las
tres niñas, qu'eran hijas di un hombre muy rico, y que ya al verlo
al viborón tuvieron descompostura de muerte, y que se murieron no
más.
Y
ya qu'el padre andaba enloquecido buscando una niña que le gustara
al viborón. Que li había dicho qu'él no quería lujo ni riqueza,
sinó una niña que se pudiera llamar niña. Iba el padre di un lau
pal otro, cansáu di andar y vacilar. Al hijo nada le gustaba. Y
tanto andar, que dio en las orillas del pueblo con una casa di una
viuda que tenía una hija que no salía nunca, que sólo se
preocupaba de la casa, de la madre, y qu'era muy güena. Y a ésa se
dirigió el padre. Ya la señora y todo el pueblo sabía lo qui había
pasau, y que no quería por nada darselá, y la niña menos.
Al
fin que la consiguió que juera. Y ya jué la niña, y ésa jué la
que le cayó en gracia al viborón, y ésa no se murió. Y se casó
con el viborón. Como era tan rica la familia, podía hacer eso, de
casar un hijo viborón con una niña tan linda.
Y
qu'el viborón le dijo a la niña que si se casaba él, nu era de
tanta precisión de vivir con mujer, sino que tenía que casarse pa
que lo cuide, que ya los padres demasiáu habían guerriáu con él,
y qu'él tenía mucho lujo y muchas pionas pa que lo cuiden, qu'él
no daba mucho trabajo.
Ya
cuando se casó que le tenía un miedo único, porque créiba qu'iba
ir a su cama, y que dormía con luz no más. Pero que nu iba nada, y
que ella comenzó a perder el miedo.
Un
día, que s'está lavando las manos la niña, se saca los anillos y
los pone arriba di una mesa, y en un descuido viene el viborón y se
los roba. Que los anillos eran regalo d'él. Ella si asustó cuando
no los encontró, pero no dijo nada. Qu'esa noche como a la una
qu'entró un joven muy güen mozo y muy bien acomodáu, y qui apagó
la luz como un remolino, y si acostó. Y que le dijo qu'él era el
dueño 'e casa. Que venía chumáu, y que se durmió. El viborón nu
había vuelto, que salía todas las noches, qu'era muy tunante, y
qu'ella no sabía qué pensar. No durmió nada. Li había dicho que
lo despertara al amanecer y que no juera a encender luz. La niña si
había amanecido sentada mirando al mozo y lo dispierta cuando viene
el día. Él sale para ajuera, y al momento no más ya vino
como sabía venir siempre, como un viborón.
Bueno...
Ya a la otra noche hizo lo mismo. Y ya vino fresco, y le dijo que no
lo corra, qu'es su marido, pero que no tenía que decir a nadie, ni a
los padres, porque si decía, él era perdido. Y que la niña se
sosprendió muchísimo. Entonce él saca los anillos del bolsío y se
los da, para que viera qu'él era su marido. Entonce le dice ella,
que porque había síu que presentaba él ese aspeuto hecho víbora.
Y él le dijo, qu'él sólo a ella se lu iba decir; qu'él había
nacido en encanto, y que le faltaba tuavía un plazo que cumplir para
ser persona ante los demás, y que l'encargó encarecidamente, que
cuando él esté así, no vaya a encender luz, qu'era l'único que le
pedía, porqu'iban a ser perdidos los dos.
Bueno...
Éste comenzó a venir entre noches, como persona. Ya pasó com'un
mes qu'éste venía así. Para mejor, la señora estaba encinta y
'taba como antojada de verle la cara. Ya qui una noche puso una caja
de fósforos abajo 'e l'almuhada. Ya vino una noche, y se quedó
dormido d'espalda. Que venía sumamente emprendado y lujoso. Y ya
cuando lo vio muy dormido, que la señora raspa un fósforo, y lo
mira a la cara. Qu'éra muy güen mozo. No le bastó un fósforo, y
qu'encendió otro. Y el otro durmiendo no más. Y cuando encendió el
último, que le cayó una chispita, y que se despertó, y le dice:
Y
le dijo, que pueda ser que cuando ella termine tres pares de zapatos
de bronce, lo podría ver, alguna vez. Qu'ella tenía qui andar con
el hijo sin nacer. Que cuando anduviera terminado el último par de
zapatos, recién iba nacer la criatura. Y se jué.
Y
le dijo también que no les dijiera a los padres ausolutamente nada,
que les dijiera qu'él había salíu y nada más. Él le dejó para
señas, por si lo volvía a ver, un reló, un pañuelo y un anillo,
todo con nombre d'él.
Lo
qu'hizo ella, cuando él salió, jué y lo miró para el lado que
tomó. Tomó para el norte.
Cuando
aclaró, salió y s'hizo trabajar para ese mismo día, los tres pares
de zapatos de bronce. Y como le trajieron a la dentrada del sol los
tres pares de zapatos, como s'escureció, salió al norte. S'hizo un
atadito con lo qu'ella pudo llevar, y se mandó a cambiar. Así es
que se perdieron los dos. Ni la madre de ella, ni los padres d'él
supieron nada.
Y
esta señora jue muy lejo. Y caminó y caminó, y se mantenía con
raíces y con las frutas de los árboles, y tomaba agua ande
encontraba. Ella seguía siempre al norte. Que ya no podía andar más
con la criatura, qu'estaba gruesísima. Y ya había terminado dos
pares de zapatos, y el otro que ya iba mal. Porque no más una noche
se sintió mal. Ella llevaba todo lo necesario por si tenía el chico
sola. Ella nu hizo más que juntar pasto, yuyitos, en el disierto,
porque otra cosa nu había para hacer cama. Después, ya dio a luz.
Dios la protegió porque no le pasó nada a ella ni a la criatura. El
niñito lo llevaba en una ropita hecha pedazo. Y qu'ella iba lo más
descalza; sólo le quedaban pedacitos del último par de zapatos. Ya
qu'el chico caminaba, comu había nacido grande. Era un niño varón.
De
tanto andar, que ya iba muy lejo. Y ya un día oye cantar gallos y
toriar perros, y qu'estaba junto di un arroyo, que había un
cienegal, y qu'hizo una cama de totoras al niñito. Dormidito, lu
acostó y bajó a tomar agua al arroyo. Cuando allí estaba tomando
agua, siente unos pasos. Que venían a llevar agua. Qui había síu
nada menos que la sirvienta de los palacios del esposo que venía al
agua. Se dispara ella porque andaba desnuda y la sirvienta le dice:
Que
la niña era sumamente güena moza, y que la sirvienta era negra. Que
la convidaba a ir a las casas y que la niña no si animaba a ir. Y ya
le mostró el niño qu'era muy bonito.
Y
que la negra jue ligerito y le trae ropa para ella y le llevó una
sábana para qu'envolviera al chico. Y ya los llevó al palacio y los
escondió. Y que la negra andaba en los apuros de darles de comer.
Qu'el
mozo la comenzó a ouservar a la negra. Que le llamaba l'atención lo
qui hacía, pero que no veía a nadie. El mozo era millonario y al
otro día s'iba a casar con otra niña.
-¡Qué
tan parecíu este niño a mi patrón! ¡Es la misma cara! Ya vamos
estar de banquete -que le dice- porque mañana se casa mi patrón.
Y
cuando la vé el mozo que la negra andaba en idas y venidas y que
juntaba la puerta, él se creó otra cosa. Formó curiosidá y se va
a la cocina y le pregunta:
Ya
le dijo qu'en l'orilla del arroyo. Y que le dijo qu'estaba desnuda y
que tenía unos zapatos de bronce hechos pedazos. Y él que se quedó
muy pensativo.
Y
ya se jué él ande 'staba la niña, y entró. La niña casi se muere
de vergüenza de verse casi desnuda, y qu'el niñito andaba jugando
áhi, qu'era una masa de blanco y bonito. Y él tamién 'taba
sosprendido, porque ya comprendió qu'era la mujer d'él. Entonce que
ya le comenzó a preguntar de dónde venía, de dónde era, y cuántos
años hacía. Y era la misma fecha qu'él había salido. Le zumbaba
la cabeza y no sabía qui hacer. Y el niñito qui andaba con el
atadito de las prendas que le dejó el mozo a la madre, jugando. En
una d'esas se le desató y ya vio el mozo el reló, el anillo y el
pañuelo, y ante qu'el niño las alce, ya corrió él y las alzó.
Éste que lloraba como un desesperado. Y ya se dio a conocer, y le
dijo qu'él era el marido d'ella y el padre del niño. Y ya los
abrazó y todos lloraban de contentos. Y la negra no sabía quí
hacer de gusto. Y ya dijo el mozo que nu había casorio qui ahí
'taba su familia. Y en vez de ser los trajes para la novia, jueron
para la señora propia y para el niño, para ir a la iglesia a
hacerlo acristianar.
Marcelina
Berón, 76 años. Quines, Ayacucho. San Luis, 1931.
Campesina
rústica. Muy buena narradora.
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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