Era
un rey casado. La señora del rey era muy envidiada. Sería, por
supuesto, porque era muy bonita. Tenía una criada en la casa que
había sido, parece, interesada del Rey. Y esta criada era una negra
bruja.
La
señora tenía un niñito. También tenía dos toritos qui habían
sido sus hermanos y una bruja los había hecho que se hicieran
animales.
La
señora confiada en la sirvienta, que era como ama de casa, si
arrimó. Y ella la espulgó. Ya la estaba espulgando, y le colocó
tres alfileres en la corona, y la señora se convirtió en una paloma
y se voló. Se fue al campo la palomita a llorar.
Venía
todos los días la palomita, a llorar a la orilla de la casa, donde
había un hortelano de huerta que cuidaba los jardines, y a ese
hortelano le decía ella:
-¡Pobre
mi hijito! ¿Qué hacen mis toritos?
Venía
al día siguiente a la misma parte. Y siempre venía llorando y
siempre preguntaba lo mismo. Entonces el hortelano le contó al Rey y
el Rey le dijo que tenía que cazar esa palomita de cualquier modo.
La
palomita vino, llorando y preguntando lo mismo y cuando se voló le
quedaron pegadas las medias y los zapatos de la señora del Rey.
Al
otro día le pusieron otra cosa que pegaba más y se quedó pegada la
palomita. El hortelano se la llevó al Rey. El Rey li acariciaba la
cabecita y le descubrió los alfileres. Se los sacó y quedó la
señora del Rey como era antes y fue a ver al hijito y los toritos
volvieron al pesebre.
Y
otra vez volvieron a ser felices como eran anteriormente. Y otra vez
la familia vivió feliz gracias al hortelano.
Rosario
Pastrana de Gómez, 46 años. Fuerte Quemado. Santa María.
Catamarca, 1968.
Mujer
del pueblo que nunca ha salido de su región.
Al
cuento tradicional le faltan motivos que ha olvidado la narradora.
Cuento
980. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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