Cuentan
que una vez vivió una pobre vieja que tenía una sobrina. Esta vieja
no sabía cómo hacer para que la muchacha se casara. De por medio
ella hacía unas visitas a la casa de una comadre, y allí siempre
encontraba a un caballero rico. Entonces la vieja empezó hablar de
la sobrina y de las buenas cualidades de la muchacha. Ella decía que
era muy habilidosa, que sabía coser y bordar...
De
resulta que este caballero, muy entusiasmado, fue a visitarla y
preguntó a la muchacha si sabía hilar, pero la tía rápidamente
contestó:
El
caballero entonces dejó tres madejas de lino para que las hilase.
Ahora bien, la niña no sabía hilar, y a la noche se fue a su cuarto
llorando y se encomendó a las benditas ánimas. Mientras rezaba se
aparecieron tres ánimas y le dijeron que no llorase, que ellas la
ampararían en pago del bien que les hacía con las oraciones, y al
momento quedaron las tres madejas hiladas. Pero resulta que al otro
día volvió el caballero y preguntó si la muchacha sabía coser.
Entonces
dejó género para que le hiciera tres camisas. La niña no sabía
coser, pero esa noche las ánimas trabajaron por ella. Al tercer día
se presenta el caballero con un chaleco de raso para que se lo
bordase. Tampoco sabía bordar, y a la noche cuando estaba
encomendándose con mucho fervor, aparecieron las tres ánimas, y una
dijo:
Así
sucedió, y cuando el caballero vio tan bien bordado el chaleco, le
dijo a la tía que quería casarse con la sobrina. La vieja estaba
contentísima, pero la muchacha pensaba: ¡qué va a ser de mí
cuando se entere que no sé hacer nada!
Al
entrar en la sala tres viejas muy feas, pues, una tenía un brazo
corto y otro tan largo que lo arrastraba, la otra era muy jorobada y
la tercera tenía ojos saltones y muy colorados, preguntó el
caballero:
-Quema
tu huso, y que no te vea jamás hilar. Quema tu bastidor, y que en la
vida de Dios te vea bordar. Agarra los hilos y las agujas y tíralas
al pozo.
Nicasia
Giménez, 45 años. Trenel. La Pampa.
La
narradora es maestra de escuela. Oyó el cuento muchas veces a una
mujer del pueblo, en su infancia.
Cuento
1029. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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