El
potrillo protector
Éste
que era un hombre que le había dado a un joven una manada de yeguas
para que le cuide, pero quesque le 'bía recomendáu que el primer
potrillo que paran las yeguas que lo mate. Entó que recibe la
yeguada y al poco tiempo, quesque una yegua pare un potrillo y como
era muy bonito y overo, no lo mató y lo crió.
Siguió
cuidando y cuidando hasta que otra yegua un día, pare un potrillito
zaino; fierito el potrillo. Entós el hombre que le dice al joven que
vaya al corral y le tire el ponchito y el potrillo que venga a olerlo
quesque se lo daba y lo cuide mucho. Bueno, así lo hizo el joven, y
al siguiente día quesque se le 'bía perdido la yeguada con el
potrillo overo y todo. Entós que el joven los buscaba por todas
partes y no las hallaba.
En
fin, que no hallando qué hacer, le cuenta al hombre y éste que le
dice que las siga buscando y quesque en el último corral que las va
a hallar, pero que tenga cuidado, porque el potrillo overo se le va a
venir como a comerlo.
Quesque
lo va atropellar fiero, y quesque le dio una espada pa que cuando lo
venga a atropellar le pegue con la espada en las rodillas. Bueno, así
hizo el joven y tal como le 'bía dicho el hombre 'bía sido: el
potrillo overo lo atropelló y el joven le pegó en las rodillas con
la espada y trajo otra vez la yeguada pa las casas.
Bueno,
un día que se va para el campo el joven éste, en el potrillito
zaino y se van lejos, pero muy lejos, hasta que suben a una montaña
muy alta. Y en lo que estaba arriba, quesque ve una pluma dorada muy
bonita. Entó que se baja del potrillito a levantarla. Entés que el
potrillito le dice:
Bueno,
que la alzó no más y subió y se vino otra vez a la casa. Un día
que sale pa'l pueblo y se le 'bía ocurrío llevar la pluma dorada en
el sombrero. En fin... Quesque iba pasando por una calle y al cruzar
por frente a una casa en que estaba un hombre parao en la puerta,
quesque lo llama el hombre éste, ¿no? Había sío el Rey y que le
pregunta de dónde había sacau esa pluma del pájaro dorado. Entós
que el joven le dice que la ha hallau.
-Bueno
-que le dice el Rey, ya que has traído la pluma del pájaro dorado,
agora me vas tráir el pájaro.
-Bueno
-que le sigue diciendo el potrillo, vamos a hacer una cosa. Yo te vuá
ayudar. Le vas a pedir una sábana que no haiga pecau y con ella te
vas a ir adonde ha estau la pluma, la vas a extender bien tendida y
vos vas a estar escondido y pronto para envolver al pájaro dorado,
porque éste va a venir volando muy lindo. Se va a revolcar en la
sábana y ahí vos lo vas a pillar envolviendoló pronto.
Bueno,
así hizo el joven. Pilló el pájaro dorado y se lo trajo al Rey.
Cuando el Rey recibió el pájaro, que dice:
-Palabra
de Rey que no puede faltar; ya que me has traído el pájaro dorado,
me vas a buscar el anillo de la Princesa que lo ha perdío en la
Fuente de los Leones.
Le
dio mucho, mucho trabajo, pero con la ayuda del potrillo lo halló y
lo trajo hasta lo del Rey. El Rey, que no sabía cómo este joven lo
pudo sacar de la Fuente de los Leones, pero que dijo:
-Palabra
de Rey que no debe faltar, ahora me vas a buscar las llaves de la
Princesa que se han perdío.
¡Ah!,
según parece que el Rey le había ofrecido la mano de la Princesa,
si le traía el pájaro dorado, pero después no quería dejarla
casar con el joven, y por eso lo sometía a nuevas pruebas. Bueno, el
hecho es que también trajo las llaves. Y el Rey, no hallando cómo
no cumplir, puesto que había comprometido la mano de su hija y por
otra parte, no quería dejarla casar, ahí no más pensó que a este
joven había que quemarlo. Y llamó a los sirvientes para que
prendieran fuego al horno. Entó el joven que se asustó mucho, y
estaba triste. Pero el potrillito quesque le dijo que le pidiera como
último deseo al Rey, una sábana que no haiga pecao. Y que lo haga
galopar a él hasta que haiga sudao bien, y entós que lo seque con
la sábana, y después que se envuelva en ella y que dentre al horno.
Bueno, que así hizo el joven y el potrillito se 'bía ido porque
había sido un ángel y se fue.
Al
otro día que sentían el Rey y la Princesa una guitarra que tocaba
muy lindo. Entós que van y destapan el horno y se dan con el joven
que estaba vestido mejor que el Rey y tocaba la guitarra. Entós que
la Princesa que dice:
Bueno,
que se quedó la Princesa con el joven y el Rey envidioso porque
había visto el joven mejor vestido que él, quiso hacer lo mesmo.
Quesque 'bía ensillao el mejor caballo que tenía, lo galopó, lo
hizo sudar y lo secó con una sábana tal cual lo había hecho el
joven. Hizo prender fuego al horno, se envolvió en la sábana y se
metió en el horno. Al otro día van a verlo, ¡qué!, escoria no más
había; nada de Rey. Los jóvenes se casaron y vivieron felices.
pa
que me cuente otro.
Napoleón
Castro, 63 años. El Zapallar. General Lavalle. La Rioja, 1950.
Cuento
1056. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
No hay comentarios:
Publicar un comentario