Era
una niña muy buena, que quería mucho a sus muñecas. Era en el
campo.
Un
buen día, ella salió de la casa a jugar con sus muñecas y vino un
jote. Andaba un jote revolotiando y le alzó la muñequita y se la
llevó. La nena en lugar de volver para la casa siguió al jote con
su muñeca para quitarselá. Y ya ella siguió y siguió y se perdió
de su casa, que no volvió más.
Esa
noche se quedó alojada arriba di un árbol. Al otro día a la
mañana, cuando salió el sol y ella de arriba miró, muy lejo vio un
humito que salía y se fue para donde estaba el humo. Llegó a la
casita que era un ranchito y había solamente una olla hirviendo en
el fuego y no había nadie. Habían dos camas. Y ella agarró y hizo
las camas y limpió, y hizo la comida. Entonce hizo pan, lo coció.
Ya
eran las doce cuando llegaron dos jóvenes. Caminaban al mismo paso
los dos. Hablaban al mismo hablar. Y llevaban la cuchara al mismo
compás, de los dos hermanos.
Cuando
estos hermanos llegaron a la casa, encontraron su casa limpia, su
ranchito limpio, se azoraron. Entonce buscaban.
Y
ella se escondió abajo de una batea.
La
andaban buscando. Ella andaba con un vestidito floriado. Vieron el
pedacito, y entonce levantaron la batea, y era la niña. Ella pidió:
Esta
chica se quedó áhi, con estos dos muchachos. Estos muchachos iban
al trabajo. Venían al mismo paso los dos. Llegaban, comían al mismo
tiempo los dos.
Bueno...
Ya hacía mucho tiempo, y trabajaban en la casa de un rey soltero.
Entonce el Rey se fue un día a caminar por el campo y llega a la
casa, y la vio a esta niña y se enamoró de ella. Y se la llevó a
la chica. Y los hermanos, estos dos hermanos se volvieron bueycitos
los dos.
Ella,
cuando ella estaba con el Rey en el palacio, los acariñaba mucho a
los bueyes y le decía siempre:
Y
agarra ella, y le dice que bueno, tanto que le esigió la negra. La
negra la peinó y le clavó un alfiler de esas cabecitas de palomita
que habían antes, en la corona, a la Reina. Y se volvió una
palomita y se fue al campo. La negra era bruja.
Bueno...
Y después, cuando llegó el Rey, el Rey intranquilo porque la vía
que era la negra, y la negra le contestaba de que había estado mucho
al sol, y si había puesto negra. Pero, él no creó mucho. No
confiaba, que algo había pasado. Y el nene lloraba en la cuna. Y
ella hacía como madre. Y la vía a la negra, que era como hijo de
ella, como la madre no estaba.
-Mirá,
vos vas a llevar emblea y le vas a poner; y agarrás la palomita sin
lastimala, lo más cuidado que puedas.
Y
entonce quiso volar la palomita y se quedó pegada. Y la agarró y la
llevó. Y se la llevó al Rey. Entonce el Rey fue y se fue adentro
del baño. Y le empezó a cariñala. Le empezó a buscale y le
encontró una alfiler en la cabecita, que la negra le había
embrujado con el alfiler para volverla palomita. Se lo sacó y se
volvió su señora, como era ella, pero desnuda. Él fue y le trajo
ropa y le puso. Y entonces fue ella, y le dice el Rey:
-No,
fue la sirvienta, que me dice que me peinaba y me ha puesto
l'alfiler, 'onde mi volví un pajarito, y me fui al monte. Entonce el
Rey agarró y hizo matar a la negra. Trajo una manada de yeguas y
agarró los potros más ariscos que había, con los piones, y la ató
de un pie a cada caballo. Y fueron dos caballos, y los largó al
monte que se matara la negra.
Ana
Rosa Chandía, 67 años. Catán-Lil. Neuquén, 1970.
Campesina
analfabeta.
Cuento
993. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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