Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

El principe iguano .1002

Diz que había un rey que no tenía hijos; tenía apenas la Reina. Y diz que la Reina ha salíu y li ha dicho:
-Che, yo había querido tener un hijo de este animal, ya que no tenimos nohotros -y que ese animal era un iguano.
Y diz que jue a la casa y al poco tiempo se sintió gruesa. Y entonce, al tiempo que jue a tener familia. Y que había teníu un niño que era muy lindo, pero que tenía la cola de iguano.
Que sí, que era malo el niño. Que cuando tenía rabia que daba un solazo y mataba lo que haiga y s'iba. Hasta que hacía un tiempo recién volvía. Que la madre 'taba muy afligida.
Y qui un día le dijo a la madre que lo tenía que hacer casar, que si no, s'iba.
Y diz que había un duque que tenía tres hijas. Y diz que el duque era compagre de los Reyes.
Y diz que le pidieron al duque la hija mayor y que lo hicieron casar al hijo con la mayor.
Por áhi diz que le había dau rabia con la niña, que le había dau un solazo y diz que la mató. Y diz que se jue y volvió a los tiempos.
Y diz que le dijo un día a la madre:
-Magre, si no me da mujer me voy y no vuelvo.
Y entó que se había ido pal compagre, la Reina, y que le dice:
-Compagre, me ha de dar otra niña para que se case m'hijo.
Y ya le dio otra, la del medio.
Se casó el Príncipe con ésa.
Después que se ha casau con ésa, se ha enojáu, le dio otro colazo y la mató. Y se mandó a ir otra vez. Y no volvió otro tiempo. Y a los tiempos volvió y que le dice a la Reina:
-Mi magre, si quiere verme aquí déme otra mujer.
Y la Reina le jue a pedir al Duque, al compagre, la otra niña, la shulca. Y le dio la shulca ahora. No le ha quedau más.
Y si ha casáu el Príncipe con la shulca.
Y diz que un día le dice el Príncipe a la niña:
-Bueno, si vos querís estar conmigo, me vas hacer quemar este cuero, cuando yo esté dormido -porque él estaba siempre vestido en ese cuero d'iguano.
Y entó que le dice que lo haga quemar cuando no lo vaya a sentir él, porque si no va a hacer un estruendo muy juerte y lo va a despertar, y eso va a ser para mal de los dos. Que va a ser a la siesta que lo queme. Cuando él dormía se sacaba el cuero solamente.
Y en eso que la niña había buscau uno pa que lo quemara al cuero. Lo mandó quemar lejo, a un negro. Y el negro lo había quemau cerca no más, y hizo un estruendo muy grande, que lo despertó al Príncipe de dormido que estaba. Y entó que se había despertau y li había dicho a la niña:
-¡Ah!, ¡ingrata, no me volveréis a ver más!
Y que salió y se jue. Y si había ido no más.
Y entó que la niña lloraba mucho y le avisaba a la suedra y al pagre. Y ahora que dice que se iba ella a buscarlo, que tal vez lu encuentre.
Y ya diz que si había ido. Y diz que había ido muy lejo. Y entó, güeno, en lo que si había cansau qui había llegau la señora, lejito, y que había parau en la casa di una anciana. Y áhi 'taba hablando con la viejita y diz que le dice:
-¿Qué novedades corren por aquí, mama vieja?
Y ella le dice que no había más novedá que si había casau la Princesa de ese pueblo con un princeso que ha venido di otra parte.
Y entó le dice:
-¿Me va a dar permisio pa pasiarme en su jardín?
-Tá bien -que le dice.
Que esta niña había alzáu de su pago tres mudas de ropa como no si habían visto en ninguna parte, de lindas que eran. Se vistió ella con un vestíu de esos y se pasió por el jardín de la casa.
Diz que había salíu la negra de la esposa que tenía ahora el Príncipe y que había visto a la niña con el vestido que daba almiración. Y diz que va y le dice:
-Ay, mi señorita, ha salíu una niña desconocida con un vestíu que usté con ser princesa no lo ha teníu nunca.
Y diz que le ha dicho la princesa:
-Andá decile que me lo venda, que a mí me dice más porque soy Princesa. Que por precio no vamos a parar, me cueste lo que me cueste.
Y entó que le dice la niña a la negra.
-Andá decile a tu señorita que si ella es Princesa yo soy Duquesa y a mí me dice más el vestido porque es mío. Decíle que si ella quiere que yo le dé mi vestíu que me deje hablar tres palabras con su marido, esta noche.
Y la negra ha veníu y li ha dicho todo. Y entó ha dicho ella:
-¡Qué más se quisiera esta pícara!
-¿Qué tiene, mi amita que la deje hablar? Le damos dormitorio a mi amito y así ella no lo va a poder hablar y usté va a tener el vestido que no tiene nadie.
Entó le dice:
-Bueno, andá decile que venga.
Y diz que le ha dau en una bebida un dormitorio al Príncipe y si ha quedáu dormido. Y áhi le han dejau entrar a la niña y ella ha dau el vestíu.
Y ha entrau la niña y di que le decía al Príncipe:
-¡Ay, ingrato, ahora te hacís el dormido! Desconocido, ya no te acordás de mí que vengo de tan lejos.
Y el Príncipe seguía durmiendo y ella se tenía que ir porque sólo podía decir tres palabras como ella si había comprometido.
El negro que lo servía al Príncipe había visto eso en escondida y la había oido a la niña.
Diz que al otro día la niña se ha vestido con el otro traje que era mejor. Y ha venido la negra y la ha visto y ha ido corriendo a avisarle a la Princesa.
-Ay, mi amita, si el vestido que li ha dado ha sido lindo, ¡más lindo es éste que tiene ahora esa niña!
Y entó que le dice:
-Decile que me lo venda al vestido, que por precio no himos de pensar, que yo soy Princesa y a mí me dice más.
Y entó va la negra y le dice eso a la niña y dizque la niña le contesta:
-Andá decile a tu señorita que si ella es Princesa yo soy Duquesa y a mí me dice más el vestido porque es mío. Decile que si ella quiere que yo le dé mi vestíu me deje hablar tres palabras, esta noche, con su marido.
Y entó la negra le avisa el mensaje y le dice:
-Pero, ¿qué tiene, mi amita que ella hable si le damos dormitorio al amito y él no sabe nada?
-Bueno, andá decíle que venga -dizque le dice la Princesa.
Y ha venido la niña y ha entrado ande 'taba el Príncipe dormido y ha vuelto a decir:
-¡Ay, ingrato, desconocido, ahora ti hacís el dormido y yo que vengo de tan lejo a buscarte! Ya no ti acordás de mí y si ha salido la niña.
Al otro día el negro li ha dicho al Príncipe.
-Aquí viene una niña muy hermosa y le habla, le dice que ha veníu de lejo a buscarlo. A usté le dan dormitorio en una bebida. Mire, cuando le den la bebida, hagasé el que la toma y redamelá abajo 'e la cama. La niña llora y se ve que 'tá muy triste. Y el Príncipe 'taba muy intrigado y quería saber de este misterio.
Al otro día la niña si ha vestíu con el traje más lindo y cuando la ha visto la negra ha ido corriendo a decirle a la Princesa.
-¡Ay, mi amita, si los vestidos que li ha dau la niña eran lindos el que tiene ahora es mucho mejor! Usté tiene que tener ese vestíu, nu hay otro mejor en el mundo.
Entó le dice la Princesa:
-Decile que me lo venda, que por el precio no himos de discutir, que yo soy Princesa y a mí me dice más.
La negra le dice a la niña y entó la niña le contesta:
-Decile a tu señorita que si ella es Princesa yo soy Duquesa y que el vestido me dice más a mí porque soy la dueña. Que yo le voy a dar el vestido si me deja decirle tres palabras a su marido esta noche.
Y la negra le avisa a la Princesa lo que dice la niña y le dice que la deje ir a decir las tres palabras al Príncipe, que total, si le dan dormitorio él nada sabe.
Y la Princesa le dice:
-Bueno, andá decíle que venga y que me traiga el vestido.
Entó el Príncipe no tomó la bebida y s'hizo el dormíu. Cuando llegó la niña y empezó a lamentarse s'hizo el que se recordó. Y áhi la conoció a su verdadera esposa, y que corrió y la abrazó. Y que le dijo:
-Andá adonde estáis parando, mañana te voy a hacer venir -y ella se jue.
Entonce le dice al negro:
-Ésa es mi señora. Yo hi síu casáu en mi pago. Ella me ha veníu al rastro. Ella me salvó de un encanto. Yo tengo que irme con ella.
Al día siguiente que el Príncipe hizo juntar a toda la gente, en el palacio. Y que hizo que viniera esa viejita adonde paraba la niña, y también la niña. Y que si habían juntáu todos. Y que él había llevado un candado y dos llaves y había puesto sobre la mesa. Y que le dice:
-Señores: No si ha dir ninguno sin darme una satisfación. Yo compré un candado que tenía una llave. Hi perdíu la llave y he compráu otra llave. Y después que hi compráu otra hi halláu la primera, ¿cuál de las dos es la dueña?
Y que todos han dicho:
-La primera es la dueña.
Y bueno, diz que le dijo:
-En mi pago mi hi casáu. Y hi venido aquí, que es muy lejo y me hi casado. ¿Cuál de las dos señoras es la dueña?
Y que todos habían golpiáu las manos y que li habían dicho que la primera era la dueña.
-Bueno, señora -le había dicho a la Princesa, agora yo me voy con mi señora a mi casa y queda usté en su casa. Y él se jue con la esposa que lo había salvado.
Dentró por un zapato descosido y usté que contará otro parecido.

Nacioncena Sasso, 63 años. Los Zazos. Amaicha del Valle. Tucumán, 1951.

Buena narradora.

Cuento 1002. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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