Esteras
y esterillas
para
secar perillas.
Esteras
y esterones
para
secar pelones.
Había
una vez un rey y una reina que tenían una hija. La Reina era linda,
linda, y la hija era igual a la madre, muy linda también.
Un
día se enfermó muy grave la Reina y estaba ya en agonía, y entonce
le recomendó al Rey que si se volvía a casar, se tenía que casar
con una mujer que se pareciera a ella. Y se murió la Reina.
Después
de muchos años el Rey decidió casarse y empezó a buscar una
muchacha que se pareciera a la Reina. Entonce mandó a sus servidores
a recorrer el mundo a ver si se encontraba esa mujer. Y se volvieron
sin encontrarla. Entonce el Rey decidió casarse con la hija, que era
la única que se parecía a la Reina muerta.
Cuando
el Rey le dijo a la hija que se quería casar con ella, la Prinsa se
botó a llorar y llorando se jue a ver una abuelita viejita, viejita,
que ella conocía, y le pidió que la ayudara porque ella no se
quería casar con el padre.
Entonce
la abuelita la aconsejó:
La
Prinsa volvió al palacio y le dijo al Rey que quería un traje hecho
con los rayos del sol y después que se casaría con él.
Al
Rey no se le dio nada. Se jue a donde unas brujas y les encargó el
vestido de rayos de sol. Las brujas eran muy diablas y en poquitos
días hicieron el vestido.
La
Prinsa volvió al palacio muy contenta y le dijo al padre que agora
quería un traje con rayos de luna.
El
Rey jue a donde las brujas y les encargó el traje de rayos de luna.
A los pocos días se lo hicieron.
Cuando
el Rey le llevó a la hija el traje, la Prinsa se botó a llorar otra
vez y se jue ande la abuelita de nuevo.
-No
se te dé nada. Pedile al Rey que te dé el cuero del burrito que
tiene en su palacio y que todos los días amanece lleno de monedas de
plata. Como no lo va a querer matar, no se va a casar con vos.
Cuando
la Prinsa lo vio se botó a llorar con más amargura. Entonce esa
misma noche ella se tapó bien, bien, bien con el cuerito de burro,
como si juera cuero de ella y se juyó del palacio. Caminó y caminó
la Prinsa, tapada con el cuero del burrito para que no la conocieran,
hasta que llegó a un boliche. La bolichera era harto güena y como
le dio mucha lástima ver llorar a la Prinsa, le dijo que se aloje y
se quede a vivir con ella. Que le ayude a lavar los platos y a hacer
los trabajos de la casa y que puede alojar áhi. Le dio una pieza
para ella solita. La llamaban la Peludita porque con el cuero parecía
peluda.
La
Prinsa todas las noches se sacaba el cuero del burrito y se ponía
sus vestidos y lloraba desconsolada.
Una
noche un Prince pasó a pedirle alojo a la bolichera. La bolichera lo
alojó. Al pasar cerca de la pieza de la Prinsa y al ver la luz por
la rendija de la puerta se acercó a mirar y vio a la Prinsa con su
vestido de sol. Vio que era tan bonita, tan bonita, que se enamoró
de ella pensando hablarle al otro día.
Al
otro día, el Prince no vio por ninguna parte a la Prinsa. Sólo vio
una muchacha muy fea, peluda, que andaba trabajando.
A
la otra noche el Prince volvió a ver por la rendija y vio a la
Prinsa con el vestido de luna, y quedó más enamorado.
Cuando
la vio tan fea a la Peludita al otro día, no sabía si era otra o si
él había tenido una visión. Muy triste se jue a su palacio.
Pasado
algún tiempo, como el Prince no podía olvidar aquella niña que
vio, se enfermó y se puso muy grave. Los Reyes padres llamaron a
todos los dotores y curanderas que encontraron, pero ninguno lo pudo
curar.
La
Peludita hizo la torta y cuando la 'taba haciendo se le jue un
anillito que ella tenía, adentro de la torta.
Cuando
el Prince 'taba comiendo la torta, se trapicó con el anillito. Lo
vio y sintió tanta alegría, que dijo que se mejoraría si
encontraba a la dueña de ese anillo.
Entonce
los Reyes mandaron a recorrer para ver a quen le quedaba bien. Muchas
Prinsas y niñas muy ricas y de toda clase se lo probaron, pero a
ninguna le quedó bien.
La
única que faltaba era la Peludita. La mandaron a buscar. Cuando ella
llegó le presentaron el anillo. La Peludita sacó entonce una mano
muy bonita de abajo del cuero y se puso el anillo que le quedó muy
bien. Y entonce, adelante del Prince y de todos, dejó caer el cuero
y apareció con su vestido de luna.
Después
le avisaron al padre, que se arrepintió de sus intenciones, y les
mandó muchos regalos para el casamiento.
Y
se casaron y hicieron gran fiesta.
Y
se acabó el cuento
y
se lo llevó el viento.
Yolanda
del Carmen Parada, 24 años. Chos Malal. Neuquén, 1960.
Aprendió
el cuento del padre, Victoriano Parada, de 56 años, de El Cholar,
Neuquén.
Cuento
1052. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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