Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 9 de enero de 2015

La excavadora amarilla

¡Crash! ¡Clum! ¡Cataclum! En el patio de la granja se oyó un gran estruendo. Rosa se sentó en la cama y se abrazó al conejo Tito.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó en voz alta.
Cuando se asomó por la ventana vio algo asombroso. José, uno de los empleados, estaba dando vueltas con la excavadora amarilla y cavando grandes agujeros en el patio. La excavadora cogió con su pala un montón de piedras, dio la vuelta y las dejó caer ruidosamente sobre un montón de escombros. Rosa bajó tan rápido que casi tropezó con el perro Charly.
-¡José está derribando la casa! -gritó.
-No te preocupes Rosa -le dijo papá. Estamos poniendo hormigón nuevo en el patio y por eso José está arrancando el pavimento viejo. Vístete y ponte las botas, que tengo un trabajo para Dani y para ti.
Afuera, la excavadora seguía moviéndose adelante y atrás.
-Cómo me gustaría poderla conducir -suspiró Dani.
-Todo a su debido tiempo -contestó papá. Ahora quiero que vayáis a la entrada y esperéis a que venga el camión del hormigón. Cuando llegue, le abrís la puerta para que pueda entrar en el patio.
Los niños salieron corriendo.
-¡Ya lo veo! -chilló Rosa, de pie junto a la entrada.
Entre los dos abrieron la verja para que pasara un enorme camión azul. El conductor los saludó al pasar. El camión se detuvo en el patio, pero el depósito del hormigón siguió dando vueltas con gran estruendo.
-¿Por qué no se para? -preguntó Rosa.
-Porque cuando el hormigón se queda quieto, se pone duro -respondió papá.
-¿Y ahora, qué va a pasar? -preguntó Rosa, muy interesada.
El conductor movió una palanca y empezó a verter el hormigón. Papá y José extendieron la mezcla pegajosa y espesa por el patio.
-No piséis el hormigón hasta que se seque -dijo papá.
Papá y José se metieron en casa u tomar un refresco mientras Rosa y Dani contemplaban el patio liso y brillante.
-¿Cuándo estará seco? -preguntó Rosa, pinchándolo con un palito.
-Mañana -le contestó Dani con una gran sonrisa.
-Me gustaría chapotear en el hormigón. ¿A ti no? -dijo Rosa.
José salió de casa y puso en marcha la excavadora. Con el ruido repentino, el gato Michi dio un salto, asustado.
-¡No! -gritó Dani. ¡Agárralo, deprisa!
Rosa lo intentó agarrar, pero Michi iba demasiado rápido y cruzó el patio a toda velocidad, dejando un largo reguero de huellas de patas en el hormigón húmedo. Charly se puso a ladrar como un loco y salió corriendo detrás de él. Los niños contemplaron horrorizados como Charly caía estrepitosamente en el hormigón húmedo. Con un habilidoso salto, Michi se subió al tonel del agua, mientras Charly derrapaba y se hundía con las patas en la espesa mezcla gris. Dio cautelosamente un par de pasos más y luego se quedó quieto, mirando con cara de asombro.
-Vamos a tener problemas -dijo Dani, preocupado.
Cuando papá salió de casa, se enfadó muchísimo.
-¿Quién ha dejado que los animales salieran al patio? ¡Mirad el hormigón!
Charly gimió e intentó mover la cola.
-Lo siente mucho -dijo Rosa, tirando a papá de la manga. ¿Se va a tener que quedar ahí hasta que se seque?
-Si lo dejamos ahí no lo podremos sacar nunca -le contestó Dani.
Entonces, a José se le ocurrió una idea. Volvió a poner en marcha el motor de la excavadora y la arrimó a la orilla del patio. Alargó el brazo de la excavadora g acercó la pala a Charly todo lo que pudo.
-¡Vamos, Charly, salta adentro! -gritó. Pero Charly no hizo caso.
Rosa tuvo otra idea. Fue a buscar las galletas favoritas de Charly y las puso en la pala de la excavadora. El perro las olfateó y se subió con cuidado. Todos contuvieron la respiración.
-iAllá vamos! -gritó José. Levantó lentamente el brazo de la excavadora
y Charly empezó a ladrar como un loco.
-Estate quieto -le ordenó Rosa.
Por una vez, Charly hizo lo que le decían. Cuando la pala descen-dió, se bajó de un salto y se sacudió, salpicándolos a todos de cemento húmedo. A todo el mundo le dio la risa, incluso a papó.
-¡Qué sucio estás! -dijo Dani cuando Charly saltó a lamerle la cara.
-Lavadle las patas antes de entrar en casa -dijo papó.
-A mí me gusta más el patio lleno de huellas. ¿Puedo poner mi huella yo también? -le dijo Rosa a papó bajito al oído.
-Bueno, podríamos poner todos nuestras huellas antes de que se seque -respondió éste con una sonrisa.
Rosa aplaudió y fue corriendo a buscar a mamá y al conejo Tito. Todo el mundo puso sus huellas en el hormigón húmedo. Las del conejo Tito eran las más pequeñas y las de José las más grandes. Después todos escribieron sus iniciales junto a las huellas.
-Ha sido un rescate estupendo.
De mayor quiero ser conductor de excavadora -dijo Dani a José.
-Y yo seré veterinaria -dijo Rosa, abrazando a Charly.
-Vamos -dijo mamá, riéndose. Me parece que es hora de que bañemos a este perro travieso.


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