Un
tarde, mi padre volvió a casa con un cerdito atado por una cuerda.
Mi madre le convenció de que no podíamos tener un cerdo en nuestro
piso.
Mi
padre le dio la razón. Por la mañana iría a cambiarlo pero, por
esa noche, dormiría debajo de la cama. El cerdito intentó comerse
los camisones y mi madre se puso furiosa.
A
la mañana siguiente, mi padre se lo llevó y volvió con un piano.
Tampoco tenemos sitio para un piano y, aunque a mí me hubiera
encantado aprender a tocarlo, mamá te obligó a desprenderse de él.
Volvió
con unas entradas.
-¿Qué
es eso? -le preguntó mi madre.
-He
cambiado el piano por unas entradas de teatro para la función de
esta noche.
Yo
estaba emocionado de poder ir al teatro. Sin embargo, al volver a
casa, empecé a echar de menos al cerdito. Y creo que mamá, que
dormía profundamente, también lo iba a echar de menos.
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anonimo cuento - 063
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