Un
día, una granjera vio que su gallina había puesto doce huevos. Le
dijo que debía incubarlos hasta que salieran los pollitos.
Al
cabo de un rato, la gallina estaba aburrida y llamó a la gata:
-¡Estoy
harta de estar sentada empollando huevos! Si me sustituyeras, podría
ir a estirar las piernas un momento.
-Con
mucho gusto -dijo la gata.
La
gata se instaló y el calor de su pelaje sustituía al plumaje de la
gallina.
En
el camino, la gallina se encontró con unas amigas y, a fuerza de
cacarear, se olvidó de los huevos. El pelaje del gato, mientras
tanto, era tan calentito que muy pronto los huevos se abrieron.
Los
pollitos tomaron a la gata por su madre y, donde quiera que iba,
ellos la seguían, para asombro de la granjera.
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anonimo cuento - 063
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