Silvia
tenía una muñeca que se llamaba Mimi jugaba con ella todo el día y
las dos se querían muchísimo. Un día, sin embargo, Silvia abandonó
a Mimi a los pies de la cama.
A
Silvia le habían regalado por su cumpleaños un precioso payaso.
Llevaba un traje de rombos y tenía la boca pintada de un rojo
brillante.
Aquella
noche, Silvia durmió con su payasito. Mimi estuvo llorando hasta el
amanecer. Poco antes de salir el sol, el payaso se despertó y
escuchó un llanto desconsolado. Se deslizó a los pies de la cama y
cogió la mano de la muñeca:
-No
llores, yo seré tu amigo -susurró.
Al
despertar, Silvia encontró a los dos juguetes a los pies de la cama.
-¡Cuánto
me alegra que seáis amigos! -exclamó.
Desde
aquel día, jugaron siempre juntos los tres. No se separaban nunca.
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anonimo cuento - 063
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