-¡Alto!
¿Quién va? -preguntó el centinela del palacio.
-Clara
-respondió la niña, a la grupa de un imponente corcel. Pero he
olvidado en casa mi invitación para el baile.
-En
ese caso, no puedes entrar -contestó el centinela.
En
aquel momento, el príncipe en persona salía a buscar a Clara y, al
ver lo que ocurría, se irritó mucho contra el centinela.
-Sólo
cumplía con su obligación -opinó Clara. Por favor, no os enojéis
con él. En vez de castigarlo, deberíais recompensarlo.
Y
así fue como el príncipe dio al soldado un anillo de oro y las
gracias por cumplir tan concienzudamente con su trabajo.
Y
no hace falta decir que, cuando unos años después Clara se casó
con el príncipe, se convirtió el la princesa más querida que
hubiera gobernado nunca aquel país.
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