Cati
no tenía colegio aquella tarde y esperaba, impaciente, el momento de
salir al campo a volar su cometa. Pero -¡qué mala suerte!- no hacía
ni pizca de aire, no se movía ni una rama. El sol brillaba como en
pleno verano y no soplaba ni la más leve brisa.
-No
vale la pena ponerse triste -le dijo el gorrión para consolarla.
Mañana será otro día.
-¿Soplará
el viento mañana? -preguntó Cati.
-Con
el viento, nunca se sabe -pio el gorrión. Pero tengo la impresión
de que mañana sí soplará.
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anonimo cuento - 064
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