Un
granjero se encaminó un día al mercado, con el fin de comprar una
guadaña y un rastrillo nuevos. Al volver a casa, guardó sus viejas
herramientas en un rincón del granero. Las dos herramientas se
sintieron despreciadas y decidieron partir en busca de trabajo.
Anduvieron
hasta quedar agotadas y llegaron a unas colinas donde vivía un
pastor. Al verlos, este se llenó de alegría: «Justo lo que
necesitaba!» -pensó. Los llevó a su cabaña, los limpió y afiló
la guadaña.
A
la mañana siguiente, las utilizó para trabajar. El rastrillo se
sentía muy orgulloso de recoger las hojas caídas.
-Eres
el mejor rastrillo que he tenido nunca -dijo el pastor.
Después
cogió la guadaña para cortar la hierba.
-Las
herramientas usadas no hay por qué tirarlas -sentenció.
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anonimo cuento - 063
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