Una
tarde, Oscar invitó a un amigo a su casa. Había cogido su libro
preferido para leerle un cuento, cuando, acompañado del alegre
tintineo de su campanilla, apareció otra vez el diablillo.
-Pero,
¿existes de verdad? ¿No eres un sueño?
-Yo
hice que tuvieras ese sueño -respondió el duende- para que
comprendieras que, aunque los libros son unos amigos estupendos, no
valen tanto como las personas. Me alegra que ahora tengas amigos.
Y,
con estas palabras, desapareció para siempre.
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anonimo cuento - 063
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