La
abuela de Ramón es una viejecita muy simpática. Pasa casi todo el
día sentada junto a su rueca, hilando los vellones de lana. Ramón
se pasaba horas y horas mirando la rueca y sus ojos brillaban cuando
la veía girar.
Un
día, su abuela le dijo:
-¿Te
gustaría aprender a hilar?
-¡Sí,
claro! -contestó emocionado.
La
abuela lo sentó en sus rodillas para enseñarle cómo, con una
rueca, se puede transformar el vellón de lana en hilo. Poco después,
tenía lana suficiente para que su madre le hiciera un jersey. Podéis
imaginaros lo contento y lo orgulloso que se sentía Ramón de que
sus amigos del colegio vieran su nuevo jersey. Más aún cuando les
contó que él mismo había hilado la lana.
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anonimo cuento - 063
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