Una
reina, al llegar a la vejez, quiso legar su reino a su hija, la
princesa Ana.
Pero
la princesa era tan tímida que no se atrevía a salir de palacio
para conocer a su pueblo.
Varias
veces, la reina se había interesado por la razón de su timidez,
pero la princesa miraba a su madre con los ojos muy abiertos sin
contestar una palabra.
Un
día, un golfillo de la calle se coló en palacio. Era un descarado y
no tenía miedo de nada. Cuando le preguntaron, le confesó a la
reina:
-La
princesa no quiere salir porque no soporta la pobreza de vuestros
súbditos.
La
anciana reina era muy rica. Después de pensarlo mucho, tomó la
decisión de repartir la mitad de sus bienes para hacer feliz a su
pueblo. Y, en cuanto a ella, le quedaba lo suficiente para vivir sin
pasar necesidad.
Como
el pueblo había recuperado la sonrisa, a la princesa le gustaba
visitar a sus súbditos y, cuando su madre abdicó, la princesa Ana
se convirtió en una reina querida por su pueblo.
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anonimo cuento - 063
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