Una
tarde, al anochecer, estaban dos pajaritos a la orilla de un lago.
Miraban, encantados, cómo se iban encendiendo, una a una, las
estrellas. De repente, las vieron encenderse también en el lago.
-¡Mira!
-gorjeó a su amigo. No son otras estrellas, sino su reflejo en el
lago. Mañana, si volamos sobre él, también veremos nuestro reflejo
en el agua.
A
la mañana siguiente, se divirtieron sobrevolando el lago y
contemplán-dose en sus aguas.
Si
pasáis cerca de un estanque, mirad el agua y veréis vuestro propio
reflejo. Pero no os inclinéis demasiado, de lo contrario os caeréis
como le ocurrió a Narciso.
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anonimo cuento - 063
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