Un
muchacho llamado Pablo salió un día con su cabra a buscar fortuna.
Un anciano se unió a ellos por el camino y le pidió a Pablo que le
diera una parte de su pobre almuerzo.
-¡Por
supuesto! -respondió Pablo.
-Eres
un buen chico -aseveró el anciano.
Pronunció
una palabras mágicas y, al punto, la cabra se volvió de un color
amarillo luminoso, la barba roja y los cuernos a rayas rojas y
amarillas.
-¿Es
una recompensa? ¡Porque los castigos no me gustan nada! -explicó
Pablo.
-Lleva
la cabra al castillo, al otro extremo del bosque. Allí, recibirás
tu recompensa.
Pablo
llevó su original cabra a través del bosque. Y, en la verja del
castillo, leyó un cartel: «Quien haga reír a la princesa, se
convertirá en su esposo.»
Encaramado
sobre la cabra, Pablo atravesó el puente levadizo. La princesa, al
verlo, empezó a reír a carcajadas por primera vez en su vida. Por
supuesto, era la cabra la que le hacía reír pero, como una princesa
no puede casarse con una cabra, fue Pablo, por haber tenido la idea,
quien se convirtió en su esposo. Las bodas fueron magníficas.
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anonimo cuento - 063
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