Un
granjero tenía once hijos varones. Cuando nació el duodécimo, no
pudo evitar el pensar que hubiera preferido una niña.
-¿Cómo
vamos a llamarle? -preguntó a su mujer. Hemos usado casi todos los
nombres.
En
aquel preciso instante, aparecieron tres hadas.
-¡Le
concedo la prudencia! -empezó la primera.
-¡Yo
le doy un corazón bondadoso! -añadió la segunda.
-Y
en cuanto a mí -terminó la tercera- le doy...
Pero
el granjero le quitó la palabra:
-En
primer lugar, necesita un nombre.
-Llámale
como quieras -replicó el hada. No es ese mi trabajo. ¡Yo le concedo
el valor! -añadió rápidamente.
Entonces
el granjero decidió llamar Valor a último su hijo.
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anonimo cuento - 063
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