En
algunos países del mundo, la gente cree que la noche de San Juan las
brujas dejan sus cuevas para gastar bromas a los humanos.
Ocurrió
que, un día, un herrero salió del bar, en el que había estado
tomando una cerveza con unos amigos, para volver a casa, pues le
había prometido a su mujer barrer el patio.
Sin
duda, había bebido más de la cuenta porque, en el camino de
regreso, le pareció oír la risa cavernosa de las brujas.
Se
sintió aliviado cuando vislumbró, ante él, las luces de la
herrería. Había ya cruzado el portón del patio cuando, cortándole
el camino, apareció una bruja. Se acercó a él y le puso la escoba
en las manos.
-¡Barre
este patio con cuidado o te llevo como esclavo para toda la
eternidad! -ordenó la bruja con voz gangosa.
El
herrero, espantado, obedeció. En un instante, el patio quedó
limpio. ¡Nunca sabremos si fue una bruja o la mujer del herrero
disfrazada!
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anonimo cuento - 063
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