Al
ver a las estrellas lanzar sus señales en la oscuridad de la noche,
podríamos pensar que son muy formales. Y lo cierto es que, mientras
brilla la luna, se portan muy bien. Pero, en cuanto desaparece,
escondida por una nube... ¡en seguida empiezan a jugar!
Juegan
a los fantasmas y asustan a las más pequeñas, que se caen y
lloriquean en la oscuridad, diciendo:
-¡Ya
no juego!
Otras
veces, patinan sobre las sendas heladas del cielo. Este juego les
encanta en verano: en pleno agosto, cuando las noches son cálidas,
se deslizan por la Vía Láctea. Abajo en la tierra, la gente, que
nada sabe de estos juegos, exclama:
-¡Mira,
una estrella fugaz¡ ¡Piensa un deseo!
Después
llega el otoño y, más tarde, el invierno. La luna reúne a sus
estrellas dispersas, que ya no se atreven a moverse mientras duran
las heladas.
0.999.1
anonimo cuento - 063
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