Una
vieja avara tenía dos criadas que la ayudaban en las tareas de la
casa. Las dos muchachas dormían juntas en el desván y la vieja
tenía por costumbre levantarlas en cuanto cantaba el gallo.
Ellas
odiaban, claro está, que las despertaran antes del alba todas las
mañanas. Así que decidieron que, si se deshacían del gallo,
podrían quedarse más tiempo en la cama y le cortaron el cuello.
Pero,
desde aquel día, la vieja tuvo tanto miedo de quedarse dormida y no
despertarse a tiempo que empezó a levantarse a medianoche. Las
muchachas no tenían más remedio que hacer otro tanto. Y solían
recordarse la una a la otra aquel refrán que dice: «ir por lana y
volver trasquilado».
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anonimo cuento - 063
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