El
diablo no se lo perdonó a Marcos y juró venganza.
A
la mañana siguiente, volvió al pueblo calzado con unos zapatos que
ocultaban sus pezuñas.
-¡Lucía!
-gritó. ¡Ven a jugar! ¡Te llevo a caballo.
Ella
saltó sobre su espalda y el diablo emprendió el mismo camino que el
día anterior.
De
pronto, Lucía tuvo miedo. Le pidió al diablo que parara, pero él
continuó. Como Lucía era capaz de arrancar ortigas sin pincharse,
cogió un puñado y se lo restregó al diablo por la cara. Este frenó
su carrera y empezó a dar alaridos de dolor. Sin parar de rascarse,
echó a correr. Nunca volvió a aparecer por el pueblo.
0.999.1
anonimo cuento - 063
No hay comentarios:
Publicar un comentario