Érase
una vez una anciana que vivía en un castillo. Era muy desgraciada,
pues nunca iba nadie a verla. Su único amigo era un viejo gato.
-¡Minino!
-solía ella suspirar. ¡Ójala tuviéramos una visita!
Pero
el gato sólo sabía maullar.
-Cuando
vivía mi marido, ¡lo pasábamos tan bien! -añadía. Después, la
gente dejó de venir.
Un
día, llamó al gato, pero este no apareció. Para buscarlo mejor,
decidió abrir las cortinas, cerradas desde la muerte de su marido.
De repente, el sol inundó la habitación. Miró a su alrededor y vio
al gato escondido en un rincón oscuro. Se dio cuenta, entonces, de
lo triste que estaba la casa, con todas las cortinas echadas. Decidió
que había llegado el momento de dejar al sol entrar en su vida.
Muy
pronto, sus amigos volvieron a visitarla y su vida se llenó otra vez
de risas y de luz.
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anonimo cuento - 063
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