La
nubecita estaba triste. Quería ser más grande para poder regar la
tierra, los árboles y las flores. Viéndola tan triste, las grandes
nubes se burlaban de ella.
La
nubecita se fue corriendo para no oír sus bromas y prosiguió su
viaje solitario. Como estaba muy triste se puso a llorar y su primera
lágrima cayó justo sobre un sediento narciso. Este se quedó muy
extrañado. Miró agradecido al cielo y sonrió a la nube.
Esta
sonrisa animó a la nubecita que comprendió su destino. Ahora sabía
que un día sería grande, muy grande para cumplir su misión como
las demás nubes.
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anonimo cuento - 063
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