Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 18 de octubre de 2012

Las tres maravillas del mundo

44. Cuento popular

Había una vez un rey que tenía tres hijos. Y cuando ya era viejo, se puso muy malo, y los médicos le dijon que para sanar tenían que trarle las tres ma­ravillas del mundo.
Y dijo el mayor:
-Padre, déjeme salir en busca de las tres maravi­llas del mundo.
Y el padre le contestó:
-No, hijo; no puede ser, que tú eres quien ha de heredar la corona.
Pero tanto estuvo insistiendo, que el padre le dijo que estaba güeno, que se marchara en busca de las tres maravillas del mundo.
Se marchó el mayor por el mundo alante a buscar las tres maravillas del mundo, y caminando, cami­nando, dió con una cueva de ladrones, que le cogie­ron y le metieron en su cueva y de allí no pudo salir.
Conque cuando ya pasó mucho tiempo y el hijo mayor no venía, dijo el que le seguía en edá:
-Padre, ya mi hermano no viene. Déme usté li­cencia pa ir a buscarlo y ver si encuentro las tres maravillas del mundo.
Y el padre le dijo:
-No, hijo; no puede ser. Ya que tu hermano no vuelve, tú has de heredar mi corona.
Y él le estuvo rogando hasta que lo permitió mar­charse en busca de su hermano y de las tres maravi­llas del mundo. Y se marchó, pero le pasó igual que al mayor. Dió con la misma cueva de ladrones, y le cogieron y le metieron en la cueva con su hermano.
Y pasaron años y pasaron años. Y cuando ya vie­ron que los dos hermanos mayores no volvían, dijo el menor a su padre:
-Padre, mis hermanos mayores no vuelven. Déme usté licencia pa ir en busca de ellos y pa buscar las tres maravillas del mundo.
Y el padre le contestó:
-No, hijo; eso no puede ser, porque si tus herma­nos no vuelven, tú eres ahora quien ha de heredar la corona. Eso no lo puedo consentir.
Y el hijo menor empezó a llorar y decía que para qué quería él heredar la corona si sus dos hermanos no volvían y si su padre no sanaba de su enfermedá. Y ya el padre consintió, y se marchó él a buscar a sus hermanos y en busca de las tres maravillas del mundo.
Andando, andando, llegó a una cueva, que era la cueva del aire, Y salió una vieja, que era la madre de los aires, y le dijo:
-Qué mal te quieren los que por aquí te encami­nan.
Y él le contestó:
-Yo ando en busca de las tres maravillas del mundo.
Y le dijo entonces la vieja:
-Pues entra y escóndete aquí, que si viene el ai­re, mi hijo, y te ve allí, te devora.
Y no acababa de esconderse onde le dijo la vieja, cuando llegó el aire y dice:
-¡A carne cristiana me huele! ¿Dónde está, que la devore?
Y la vieja le contesta:
-Hijo, es uno que viene en busca de las tres ma­ravillas del mundo pa curar a su padre. Y dice el aire:
-Eso no puedo hacer yo. ¡Que se vaya! Única­mente mi hermano el sol, que se estiende por todas partes, puede dárselas. Que se vaya y que le diga a mi hermano el sol que va dirigido por mí, pa que le ayude a buscar las tres maravillas del mundo.
Conque otro día se marchó el muchacho a buscar la cueva del sol. Y después de andar varios días con sus noches, llegó a la cueva del sol y pidió posada.
Y la misma vieja salió y le dice­
-Mal te quieren los que por aquí te encaminan. Y él le contesta:
-Vengo en busca de las tres maravillas del mundo pa darle saluz a mi padre.
Y entonces la vieja le metió por un rincón y le dijo:
-Allí te estás, porque cuando llegue mi hijo el sol, te abrasará.
Y ya llegó el sol y dice:
-¡A carne cristiana me huele! ¿Dónde está, que la abrase?
-Hijo mío -dice la vieja, es un pobre mu­chacho que viene dirigido por tu hermano el aire a buscar las tres maravillas del mundo pa curar a su padre.
Y dice entonces el sol:
-Pues que salga y se vaya porque yo no le puedo ayudar. Mi hermana la luna es la única que puede dárselas. Que se vaya y que le diga que va dirigido por mí.
Conque al otro día se marchó el muchacho a bus­car la cueva de la luna. Y anduvo por muchos reinos sin poder llegar, hasta que ya después de caminar muchos días con sus noches, llegó a una cueva y pre­guntó si era la cueva de la luna. Y salió la misma vieja de antes y le dijo:
-Mal te quieren los que por aquí te encaminan.
Y él le dice:
-Vengo en busca de las tres maravillas del mun­do pa curar a mi padre.
Y ya le dijo la vieja:
-Güeno, pues escóndete en ese rincón, que si lle­ga mi hija la luna y te ve allí, te devora.
Y llegó la luna brillando por los cielos, y dice:
-¡A carne cristiana me huele! ¿Dónde está, que la devore?
Y la vieja le dice:
-No, hija mía. No es más que un pobre muchacho que viene dirigido aquí por tu hermano el sol.
Y dice entonces la luna:
-Si viene en busca de las tres maravillas del mun­do pa curar a su padre, y es así, que salga, que úni­camente mi hermano el rey de las aves se las puede dar. Él se estiende por todos los mundos. Que se va­ya y le diga que va dirigido por mí.
Al otro día se marchó otra vez y después de cami­nar y caminar, llegó a una cueva, onde vivía el rey de las aves. Y salió la vieja de siempre y le dijo­
-Mal te quieren los que por aquí te encaminan.
Conque él le dice:
-Vengo en busca de las tres maravillas del mun­do pa curar a mi padre.
-Yo te meteré por este rincón, porque si llega mi hijo el rey de las aves y te ve allí, te devora pa la cena.
Y fué llegando el rey de las aves y dice:
-¡A carne cristiana me huele! ¿Dónde está, que la devore pa la cena?
-No, no, hijo mío -le dice la vieja; mira que es un pobre muchacho que viene de parte tu herma­na la luna en busca de las tres maravillas del mundo pa curar a su padre.
-Pues que se marche, porque yo no se las podré dar -dijo el rey de las aves. Únicamente mis aves, que se estienden por todo el mundo, lo sabrán.
Y ya se acostaron todos a dormir y le dieron al mu­chacho una cama por la noche.
Y otro día muy tempranito, fueron a despertar al muchacho y lo llamó el rey de las aves y le dijo:
-Mire, usté; voy a llamar a una pareja de cada clase de aves, y usté se pone en medio de ellas y les pregunta si saben dónde están las tres maravillas del mundo. Tiene que decirles tres veces: «Avecillas que andáis por el mundo, ¿me daréis noticias de las tres maravillas del mundo?» Y si a las tres veces no res­ponden, es que no saben decirlo.
Y llegaron todas las aves del mundo, llamadas por el rey de las aves. Y cada pareja que llegaba, se po­nía el joven entre ellas y les preguntaba:
-Avecillas que andáis por el mundo, ¿me daréis noticias de las tres maravillas del mundo?
Pero ningunas podían responder porque no sabían. Y faltaba por venir todavía una águila coja. Y cuan­do llegó, le dijo el rey de las aves:
-Aguilita, ¿cóme has tardao tanto?
Y dice ella:
-Porque estaba comiendo de las tres maravillas del mundo.
Y dice entonces el rey de las aves al muchacho:
-Aquí tiene usté quien le pueda enseñar onde se encuentran las tres maravillas del mundo.
Y le dice al águila coja:
-¿Te atreves a llevar a este joven adonde están las tres maravillas del mundo?
-Sí, señor -dice la aguilita; pero me tiene que dar carne pal camino.
El muchacho entonces compró mucha carne y ma­tó su caballo, y con toda la carne encima, se montó en las alas del águila, y salió el águila volando pa las tierras onde se encontraban las tres maravillas del mundo. Y de cuando en cuando el águila decía:
-¡Carne! ¡Carne! ¡Quiero Carne!
Y cada vez que decía eso, le daba un cacho de carne.
Y cuando ya iban lleganclo al mar, le dió el último cacho de carne. Y al llegar al medio del mar, dijo el águila­
-¡Carne! ¡Carne! ¡Quiero carne!
Y el muchacho le dijo:
-Ya se ha acabao la carne. Aguárdate un poco que me corte un cacho de mi nalga.
Y el águila le dijo:
-No quiero carne cristiana. Arráncame una plu­ma del ala derecha y tírala al mar.
Y el muchacho se la sacó y la tiró al mar. Y ya pasaron el mar y el águila lo puso en una senda y le dijo:
-En aquel castillo que se ve allí están las tres ma­ravillas del mundo.
Entonces se marchó él solo en dirección del casti­llo y llegó a una casita y liamó en la puerta, y salió una mujer y le preguntó qué buscaba. Y cuando el muchacho le dijo que buscaba posada por la noche porque andaba buscando las tres maravillas del mun­do, la mujer le dice:
-¡Ay, Dios mío! ¡Buena posada tengo yo!
-¿Qué le pasa? -le preguntó él.
Y entonces la mujer le dice:
-Pues mire usté, señor, que ya hace tres días que tengo a mi marido de cuerpo presente debajo de la escalera porque no tengo cinco duros pa darle en­tierro.
Y el muchacho entonces le dió doscientos reales y le dijo:
-Tenga usted estos doscientos reales pa que le dé entierro a su marido.
Y le dieron entierro al muerto y se marchó él otro día por la senda pal castillo.
Cuando ya llegó a la puerta del castillo, le salió una raposa al encuentro y le dice:
-Mira, entra a la sala y allí hay un pájaro y una jabla y una dama y una cama, y un caballo en una cuadra que está más allá. De todo eso escoge sólo una cosa.
Conque entró él muy contento en la sala y vió lo que la raposa le había dicho que había. Y fué a es­coger el pájaro y le dijo la jabla:
-¿Que vas a llevar el pájaro sin la jabla?
Y ya iba a salir con las dos cosas, cuando le sale al encuentro el gigante que guardaba el castillo y grita:
-¡Traición al castillo, que roban las tres maravi­llas del mundo!
Y salieron los soldaos del gigante y le cogieron y le metieron en un calabozo y le dieron una güena paliza, y metieron con él unos leones pa que le de­voraran.
Y cuando estaba en el calabozo, se le presentó la raposa y le dijo:
-¿No te dije que escogieras solamente una cosa? Mira, que tres veces te puedo favorecer, nada más.
Y le sacó del calabozo y le dijo que entrara otra vez y hiciera como ella decía. Y entró el muchacho y cogió a la dama. Y la dama entonces le dice:
-¿Me llevas a mí sin llevar los vestidos?
Y cogió él también los vestidos, pero al salir por la puerta, el gigante le salió otra vez al encuentro y gritó como antes:
-¡Traición al castillo, que roban las tres maravi­llas del mundo!
Y otra vez le cogieron y le dieron una güena pali­za y le metieron en el calabozo con los leones. Y se le presentó otra vez la raposa y lo sacó otra vez del calabozo y le dijo:
-Ya sólo una vez más te puedo favorecer. Ahora entras en la cuadra y coges el caballo, pero no la montura.
Pues entró el muchacho en la cuadra y cogió el caballo, y le dice la silla:
-¿Que llevas el caballo sin llevarme a mí?
Y dice él:
-No; yo no cojo más que una cosa.
Y salió sólo con el caballo y al salir de la cuadra, ya estaba el caballo aparejao, el pájaro en la jabla y la dama vestida. Y montó en su caballo y cogió a la dama y al pájaro, y se marchó con caballo, dama y pájaro, que eran las tres maravillas del mundo.
Y en el camino por onde iba se encontró con sus dos hermanos. Y cuando le vieron con las tres mara­villas del mundo, se las quitaron y le dejaron solo en el mundo. Y fueron ellos y se las entregaron a su padre y se curó de su enfermedá. Y el padre les pre­guntó si sabían de su hermano menor, y ellos le dijon que por las noticias que tenián, andaba por el mundo robando y matando. Y el padre entonces mandó par­tes que se lo trajeran vivo o muerto.
Y ya le hallaron y le metieron en un calabozo. Y co­mo los hermanos decían que era ladrón y matador, ya lo iban a poner en la horca. Pero se presentó en­tonces la raposa en forma de hombre y le tomaron declaración, y dijo que el menor era el que había buscao las tres maravillas del mundo.
Y entonces el hijo menor le contó a su padre todo lo que le había pasao y como los dos hermanos ma­yores le habían encontrao en el camino y le habían quitao las tres maravillas del mundo. Y el muerto dijo que el hijo menor le había dao a su mujer di­nero pa que lo enterrara y que por eso le había fa­vorecido y venía ahora otra vez a favorecerle, y que ya no podía estar más en la tierra, y se desapareció.
Y entonces el padre le dijo a su hijo menor que iba a desheredar a sus hermanos por malos y menti­rosos y que él heredaría la corona. Y el hijo menor entonces se casó con la dama y fueron ellos rey y reina.

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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