Estaba un bisabuelo mío
arando y vió entrar una mujer en un arroyo, en una quebrantada que llamamos
aouí. Y se fijó que había entrao una mujer y salía una galga. Tuvo la
curiosidad de ir a la quebrantada y halló el hatillo de la mujer recogido
entre una junquera.
Y a la postura del sol,
se presenta la mujer en forma de galga y viene derecha a la quebrantada donde
había dejao el hatillo de ropa y se encuentra que no había nada. Y se fué derecha
a donde estaba el labrador, que era mi bisabuelo.
Y el hatillo de ropa lo
había colgado él de la costilla del yugo del ganao. Y ella se tiraba a ver si
podía arrancar el hatillo de donde estaba colgao. Y el ganao sudaba cada pelo
una gota y no querían arar. Y dice entonces mi bisabuelo:
-¡Carajo! ¿No queréis
arar? ¡Pues a casa, pero con el hatillo colgao!
Echó la ropa y se vino a
casa. Y al llegar a un término que llamamos el Huerto Raso, se presenta una
mujer en cueros -de galga se volvió en mujer- y le dice:
-Señor Silvestre, déme
usté la ropa, que no le haremos daño ni a usté ni a su familia.
Y la dice mi bisabuelo:
-Tienes que decirme donde
habéis estao.
Y le respondió la mujer:
-Pues hemos estao a
acabar de chupar las cañadas de la hija de un médico.
-Pues si no vais a darla
la saluz, no te doy la ropa.
-Pues ya no podemos. Haga
usté lo que quiera. Ya no puede ser el darla la saluz.
Y mi bisabuelo le dió la
ropa.
Y se terminó el cuento.
49. Cuento popular
49. Cuento popular
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
No hay comentarios:
Publicar un comentario