Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 18 de octubre de 2012

Las tres bolitas de oro .048

Éste era un viudo que tenía tres hijas y se casó por segunda vez. Y la madrastra no quería a las hijas. Y el padre tenía que trabajar durante el día lejos de la casa y tenían que llevarle el almuerzo.
La madrastra envió el primer día a la hija mayor. Y le dijo a la hija:
-No vayas por la Calle de la Amargura, que te encontrarás a la Virgen Pura. Y si la encuentras y te pide de comer, dile que se vaya a ganarlo como tu padre y tu madre.
Y salió la mayor con el almuerzo pal padre. Y no sabía por onde ir y fué por la Calle de la Amar­gura y se encontró con la Virgen. Y la Virgen le dijo:
-Buenos días, niña. ¿Adónde vas tan tempranito?
Y la niña le contestó:
-Voy a llevarle el almuerzo a mi padre.
-Y logo le dijo la Virgen:
-Dame un poco a mí.
Y contestó la hija mayor:
-Vaya usté a ganarlo como mi padre y mi madre.
Y entonces le dijo la Virgen:
-¿Sabes tú dónde está tu padre?
Y la muchacha le contestó que no sabía. Y la Vir­gen le dijo entonces:
-Vete por una calle oscura, oscura, oscura, y le hallarás.
Y se fué la muchacha por el camino oscuro, oscuro, oscuro, y llegó al infierno. Y llamó en la puerta y salieron los demonios y la cogieron, y allí en el in­fierno se quedó. Y en la noche le pusieron dos camas, una de cuchillos y otra de navajas, y le preguntaron cuál quería. Y ella dijo que la de navajas. Y se acostó y las navajas la cortaban el cuerpo. Y logo la lleva­ron los demonios y la metieron en las calderas ca­lientes. Y ya la muchacha no volvió a su casa.
El segundo día enviaron con el almuerzo a la hija mediana. Y también le dijo la madrastra:
-No vayas por la Calle de la Amargura, que te encontrarás a la Virgen Pura. Y si la encuentras y te pide de comer, dile que se vaya a ganarlo como tu padre y tu madre.
Y se fué la hija mediana con el almuerzo pal padre, y como no conocía el camino, fué también por la Calle de la Amargura y se encontró con la Virgen. Y la Virgen le dijo:
-Buenos días, niña. ¿Adónde vas tan tempranito?
Y la muchacha le dijo:
-Voy a llevarle el almuerzo a mi padre.
Y la Virgen le dijo:
-Dame un poco a mí.
Y la muchacha le contestó:
-Vaya usté a ganarlo como mi padre y mi madre.
Y la Virgen entonces le preguntó si sabía bien por onde ir ande su padre, y la muchacha contestó que no sabía. Y logo la dijo la Virgen:
-Vete por esa calle oscura, oscura, oscura y le ha­llarás.
Y se fué la muchacha por la calle, oscura, oscura, oscura, y llegó al infierno, como la hermana mayor. Y llamó en la puerta y salieron los demonios y la cogieron lo mismo que a la hermana mayor. Y todo le pasó lo mismo y se quedó como ella en el infierno, en las calderas calientes.
Y ya en vista de que no quedaba más que la hija menor, la enviaron al tercer día con el almuerzo pal padre, y con higos pa vender. Y la madrastra le dijo lo mismo que a las otras:
-No vayas por la Calle de la Amargura, que te encontrarás a la Virgen Pura. Y si la encuentras y te pide de comer, dile que se vaya a ganarlo como tu padre y tu madre.
Y se fué la hija menor con la comida y los higos, y también fué por la Calle de la Amargura y se en­contró con la Virgen. Y la Virgen la dijo:
-Buenos días, niña. ¿Adónde vas tan tempranito?
Y la menor le contestó:
-Voy a llevarle el almuerzo a mi padre.
Y le dijo entonces la Virgen:
-Dame un poco pa darle a este nmo.
Y la niña le dijo:
-Coja usté lo que quiera.
Y cogió la Virgen un poco del almuerzo, y le dijo a la niña:
-Y en ese cesto, ¿qué traes?
Y la niña le contestó:
-Son higos que traigo pa vender.
Y le dijo la Virgen:
-Dame uno pa darle a este niño.
Y la niña le dijo:
-Escoja usté los que quiera.
Y escogió la Virgen uno. Y la Virgen entonces le dijo:
-¿Sabes tú, niña, ánde está tu padre?
Y la niña le contestó:
-No lo sé, señora.
Y entonces la Virgen le dijo:
-Vete por aquella puerta clara, clara, clara, y allí saldrán a abrirte.
Y se fué la niña por la puerta ciara, clara, clara, y llamó en la puerta, y era el cielo. Y salieron los ángeles a abrir la puerta y entró. Y bajó San Pedro y le dió tres bolitas de oro. Y ya le dijo San Pedro:
-¿Por cuáles escaleras quieres subir, por las de oro o por las de plata?
Y ella dijo:
-Por cualesquiera.
Y subió la niña y allí se quedó. Y se puso la niña a jugar con sus tres bolitas de oro y empezó a cantar:
-Estas tres bolitas de oro, que San Pedro me las dió, para mi padre y mi madre, para mis hermanas no.
Estas tres bolitas de oro, que San Pedro me las dió, para mi padre y mi madre, para mis hermanas no.
Y al terminar de cantar, cáesele una de las bolitas pa abajo. Y cayó en el infierno y la cogió el diablo. Y entonces se puso a cantar la niña:
-Estas dos bolitas de oro, que San Pedro me las dió, para mi padre y mi madre, para mis hermanas no.
Estas dos bolitas de oro, que San Pedro me las dió, para mi padre y mi madre, para mis hermanas no.
Y al terminar de cantar, cáesele otra bolita de oro pa abajo, y el diablo la cogió también. Y entonces se puso a cantar la niña:
-Esta bolita de oro, que San Pedro me la dió, para mi padre y mi madre, para mis hermanas no.
Esta bolita de oro, que San Pedro me la dió, para mi padre y mi madre, para mis hermanas no.
Y al terminar de cantar, cáesele ésta también pa abajo, y el diablo la cogió también, y se quedó la niña sin bolitas.
Y ya empezó la niña a llorar y cantar:
-Aquellas tres bolitas de oro, que San Pedro me las dió, se me cayeron pa abajo. Sin ellas, ¿qué haré yo?
Aquellas tres bolitas de oro, que San Pedro me las dió, se me cayeron pa abajo. Sin ellas, ¿qué haré yo?
Y San Pedro la oyó llorar y cantar y vino y le preguntó por qué lloraba y cantaba así. Y cuando ella le contó lo que le había pasao, fué San Pedro y cogió una caña muy grande y le dió al diablo unos cañazos muy fuertes, y el diablo le dió las tres bolitas de oro y San Pedro se las devolvió a la niña.
Y cuando se fué San Pedro, empieza la chica a cantar otra vez:
-Estas tres bolitas de oro, que San Pedro me las díó, para mi padre y mi madre, para mis hermanas no.
Estas tres bolitas de oro, que San Pedro me las dió, para mi padre y mi madre, para mis hermanas, no.
Y cuando cantaba, jugaba con las bolitas y las ti­raba pa arriba y las cogía en las manos. Y de con­tento no veía ande tiraba las bolitas y cayó una en un cristal y lo rompió. Entonces se puso a llorar y vino la Virgen y le dijo:
-¿Por qué lloras, niña?
Y le contestó la niña:
-Porque estaba jugando con mis tres bolitas de oro y se cayó una en un cristal y lo rompió.
Y la Virgen le dijo:
-No llores, niña, que San Pedro lo arreglará.
Y ya después de mucho tiempo, le dijo San Pedro a la chica que tenía que regresar al mundo. Y se fué la niña con sus tres bolitas de oro.
Y llegó a su casa y le contó a su madrastra todo lo que le había pasao. Y la madrastra, de rabia que tenía con ella, le dijo que pa qué le había dado los higos a la Virgen, y la llevó y la enterró viva en un trigal con sus tres bolitas de oro.
Y ya se fué la madrastra, creyendo que ya estaba muerta. Pero la niña seguía viva enterrada en el trigal. Y el pelo de la niña creció por la tierra con el trigo.
Y logo fueron los segadores a segar el trigo. Y cuando llegaron ande estaba enterrada la niña y segaban el trigo junto con su pelo, la niña cantaba:

-Segadores que vais a segar,
no seguéis mi lindo pelo,
que la tuna de mi madre
me enterró por higo y medio.

Y los segadores hicieron cído y ya oyeron bien las voces de la niña. Y dieron parte y vinieron los del pueblo y sacaron a la niña, que estaba viva, y salió riendo con sus tres bolitas de oro.
Y a la madrastra la quemaron viva.

48. Cuento popular

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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