Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

jueves, 18 de octubre de 2012

La gaita que hacía a todos bailar

45. Cuento popular

Un hombre tenía tres hijos. Los dos mayores eran más listos que el menor, y por eso siempre le hacían burla. Por fin dijo el padre:
-Ya que este hijo mío no sirve pa nada, he pen­sao ponerlo de pastor.
Y lo pusieron de pastor.
Y ya hacía un año que estaba guardando ovejas, cuando encuéntrase con una vieja que le dice:
-Hombre, ¿qué hace usté aquí de pastor de ovejas?
Y ya le dijo el muchacho:
-Pues verá usté, que mis hermanos no me quie­ren y mi padre me puso de pastor.
-Y, ¿qué tal te encuentras? ¿Tienes buen amo y bastante que comer? -le preguntó la vieja.
-Sí, sí -respondió el muchacho. Tengo un amo muy bueno y me dan bien de comer.
Y entonces la señora le dijo:
-Pues entonces, ¿qué te hace falta?
-Una gaita.
Y la vieja entonces le dió una gaita. Y ya la vieja se fué y le dejó solo.
Y a poco que se fué la vieja, escomenzó el pastor a tocar la gaita y escomienzan las ovejitas a bailar. Y tocaba más y más, y más y más y con más gato bailaban las ovejas y las cabras. Y así pasaba de día en día. Les tocaba el pastor y bailaban las ovejas y las cabras hasta caer rendidas, y luego se tumbaban a descansar un rato. Y sus oveias y cabras siempre es­taban muy gordas.
Y los pastores de ovejas veían que las ovejas del muchacho estaban siempre gordas, y decían:
-Pero y ¿qué hará ese muchacho pa tener sus ovejas y cabras tan gordas?
Y ya otros pastores que sabían que bailaban, le di­jeron al amo que su pastor tenía una gaita que cuan­do la tocaba, las ovejas y cabras bailaban junto con él. Y el amo no lo quiso crer, y vino ande estaba el pastor y le dijo:
-Buenas tardes. ¿Por qué están las ovejas echa­das?
-Descansan -le dijo el pastor.
-Y ¿es verdá que bailan las ovejas?
-Sí, señor; bailan en cuanto yo les toco la gaita.
-A ver, a ver -le dijo el amo.
Y el muchacho se puso a tocar la gaita, y se fue­ron levantando todas las ovejitas y cabras y esco­menzaron a bailar de gusto. Y el pastor escomenzó a bailar también. Y tocaba más el pastor, y las ovejas y cabras baila que baila. Y el amo de gusto escomen­zó a bailar también, hasta que ya estaban todos bai­lando, amo, pastor, ovejas y cabras. Y el pastor ven­ga a tocar, y el amo venga a bailar. Y ya cuando el muchacho se aburrió de tocar la gaita, se tumbó a descansar, y así hicieron las ovejas y las cabras y el amo.
Y ya fué el amo y se lo dijo a su mujer. Y la mu­jer le dijo:
-Anda, no vengas con embustes. ¿Ande se han visto ovejas y cabras que bailan?
-Si no lo crees, anda a ver y verás que es verdá. Yo mismo he tenido que bailar. Cuando ese mucha­cho toca la gaita, todos tienen que bailar.
Y ya dijo la mujer:
-No lo creo, pero voy a ver si es verdá.
Y ya llegó ande estaba el pastor con las ovejas y cabras y le dijo que tocara la gaita. Y escomenzó a tocar la gaita, y se alevantan las ovejas y cabras en seguida y escomienzan a bailar. Y ya escomenzó la ama a bailar también. Y el pastor venga a tocar la gaita, y la ama venga a bailar. Y estuvieron todos bailando hasta que el pastor se aburrió y todos se tumbaron a descansar, la ama, el pastor, las ovejas y las cabras. Y cuando ya la mujer descansó, se fué pa su casa.
Y cuando llegó a su casa, le dijo su marido:
-Bueno, y ¿qué tal? ¿Han bailao las ovejas?
-Han bailao las ovejas y cabras y yo con ellas -le dijo la ama. Cuando ese pastor toca la gaita, todos tienen que bailar.
-Ya yo te lo decía -le dijo el amo.
Y ya decidieron los amos despedir al pastor porque siempre tenía a las ovejas y cabras y a todo el mundo bailando. Y las ovejitas y cabras se murieron todas de sentimiento, de ver que ya nadien les tocaba.
Y el muchacho se fué entonces pa su casa con su padre. Y cuando le contó lo que le había pasao, los dos hermanos mayores empezaron a hacerle burla. Y el padre dijo:
-Este muchacho pa nada sirve. Mejor es que se quede en casa y vosotros tendréis que trabajar pa vivir.
Y al día siguiente, envió el padre al hijo mayor a vender manzanas al pueblo. Y en el camino se en­contró con una vieja que le preguntó:
-¿Qué vendes?
Y él le respondió:
-Vendo ratas.
Y la vieja le dijo:
-Pues ratas se te volverán.
Y llegó el muchacho al pueblo y cuando iba a sa­car manzanas pa venderlas, no salían más que ratas. Y ya le dieron una paliza al muchacho, y se fué pa su casa.
Y al día siguiente, envió el padre al hijo segundo al pueblo a vender naranjas. Y en el camino se en­contró con la misma vieja que le dijo:
-¿Qué vendes?
Y él le dijo:
-Pájaros.
Y la vieja le dijo:
-Pues pájaros se te volverán.
Y cuando el muchacho llegó al pueblo y fué a abrir la cesta de naranjas, salieron volando unos pájaros y no quedó nada. Y ya el pobre se volvió pa su casa muy desconsolao.
Y entonces el hijo menor le dijo a su padre:
-Padre, yo quiero ir ahora al pueblo. Envíeme a mí y verá como me va bien.
Y los dos mayores se reían de él y decían:
-¡Qué vas a hacer tú, tonto! Si a nosotros nos ha pasao mal, a ti te irá peor.
Pero el padre le dejó ir y le dió una cesta de uvas pa vender en el pueblo. Y en el camino el muchacho se encontró con la misma vieja y le preguntó:
-¿Qué vendes?
Y él le respondió:
-Vendo uvas. ¿Quiere usté unas?
Y ella le contestó:
-No, gracias. Muchas uvas venderás.
Y llegó el muchacho al pueblo a vender sus uvas, y cuantas más vendía, más había en la cesta. Y es­tuvo vendiendo hasta que ya llenó muchos talegones de dinero, y se fué con ellos pa casa de su padre. Y por el camino iba tocando la gaita, que todavía tenía, y se encontró con la vieja que le dijo:
-No toques la gaita, hijo, hasta que no llegues a casa.
Y llegó el muchacho a su casa y salieron los dos hermanos y el padre a recibirlo. Y el padre decía:
-Otra, por cierto. Ya se habrá metido este tonto en otra.
Y llegó el muchacho y les dijo:
-Traigo muchos reales, padre, tantos, que se pe­gan a la cesta y no se pueden salir. Y otros traigo en taleguillos, que tampoco se pueden sacar.
Y dijo el padre:
-Pues, ¿cómo nos vamos a arreglar pa sacar el di­nero de la cesta y de los taleguillos?
-No se apure usté, padre -le dijo el chico. Ya verá usté.
Y escomenzó a tocar la gaita, y escomenzaron a sa­lir bailando las perras y los reales de la cesta y de los taleguillos. Y así estuvo tocando la gaita hasta que salió todo el dinero y quedaron ricos.
Conque con eso, ya sus hermanos le querían mu­cho. Y el padre les dijo:
-Ahora vamos a hacer una casa con este dinero.
Y hicieron una casa muy bonita, con el dinero. Y la hicieron tan bonita, que no les quedó nada dinero, y les dijo el padre:
-Pues ahora tenemos que salir por el mundo alan­te a hacer la vida.
Y los hermanos mayores, como que siempre esta­ban con la envidia, se fueron solos y el menor se fué con el padre por otro lao.
Y el menor y el padre se fueron por los pueblos vendiendo aceite. Y vendieron todo el aceite y siem­pre por el aceite cobraban güevos. Y de contento que estaba, el chico le dijo a sa padre:
-Padre, ya que hemos vendido todo el aceite y traemos tantos güevos, voy a tocar la gaita.
Y escomenzó a tocar la gaita, y escomenzaron los güevos a bailar en las cestas. Y el padre le dijo:
-¡Por Dios, hijo, que no toques la gaita! ¿No ves que los güevos bailan y se van a romper todos?
-No se apure usté, padre -le dijo el hijo.
Y seguía tocando la gaita, y los güevos a bailar en las cestas.
-No, hijo, no toques, que se rompen.
-No se apure usté, padre, que no se rompen.
Y venga a tocar la gaita, y vengan a bailar los güe­vos, hasta que también el padre y el hijo escomenza­ron a bailar. Y así estuvieron bailando el padre y el hijo y los güevos en las cestas, hasta que el mucha­cho se aburrió.
Y ya llegaron a casa. Y tanto eran los güevos que había en las cestas, que no los podían sacar. Y dijo el padre:
-Pero ahora, ¿cómo nos arreglaremos pa sacar tantos güevos de las cestas?
Y el muchacho escomenzó a tocar la gaita, y los güevos escomenzaron a salir de las cestas hasta que salieron todos. Y el muchacho decía:
-Con esto ya nos podemos ganar la vida.
Y ya se fueron a vender los güevos. Y cuantos más vendían, más salían de las cestas, y se hicieron ricos.
Y después los dos hermanos mayores volvieron y no trajeron nada. Volvieron más pobres que nunca. Y de envidia que le tenían al menor, le quitaron la gaita. Y ya al menor no le hacía falta porque ya estaban ricos él y su padre. Y salieron ellos con la gaita tocando pa ver si se hacían ricos ellos también. Pero no pasaba nada. La gaita sólo al chico le servía.

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

No hay comentarios:

Publicar un comentario