45. Cuento popular
Un hombre tenía tres
hijos. Los dos mayores eran más listos que el menor, y por eso siempre le
hacían burla. Por fin dijo el padre:
-Ya que este hijo mío no
sirve pa nada, he pensao ponerlo de pastor.
Y lo pusieron de pastor.
Y ya hacía un año que
estaba guardando ovejas, cuando encuéntrase con una vieja que le dice:
-Hombre, ¿qué hace usté
aquí de pastor de ovejas?
Y ya le dijo el muchacho:
-Pues verá usté, que mis
hermanos no me quieren y mi padre me puso de pastor.
-Y, ¿qué tal te
encuentras? ¿Tienes buen amo y bastante que comer? -le preguntó la vieja.
-Sí, sí -respondió el
muchacho. Tengo un amo muy bueno y me dan bien de comer.
Y entonces la señora le
dijo:
-Pues entonces, ¿qué te
hace falta?
-Una gaita.
Y la vieja entonces le
dió una gaita. Y ya la vieja se fué y le dejó solo.
Y a poco que se fué la
vieja, escomenzó el pastor a tocar la gaita y escomienzan las ovejitas a
bailar. Y tocaba más y más, y más y más y con más gato bailaban las ovejas y
las cabras. Y así pasaba de día en día. Les tocaba el pastor y bailaban las
ovejas y las cabras hasta caer rendidas, y luego se tumbaban a descansar un
rato. Y sus oveias y cabras siempre estaban muy gordas.
Y los pastores de ovejas
veían que las ovejas del muchacho estaban siempre gordas, y decían:
-Pero y ¿qué hará ese
muchacho pa tener sus ovejas y cabras tan gordas?
Y ya otros pastores que
sabían que bailaban, le dijeron al amo que su pastor tenía una gaita que cuando
la tocaba, las ovejas y cabras bailaban junto con él. Y el amo no lo quiso
crer, y vino ande estaba el pastor y le dijo:
-Buenas tardes. ¿Por qué
están las ovejas echadas?
-Descansan -le dijo el
pastor.
-Y ¿es verdá que bailan
las ovejas?
-Sí, señor; bailan en cuanto
yo les toco la gaita.
-A ver, a ver -le dijo el
amo.
Y el muchacho se puso a
tocar la gaita, y se fueron levantando todas las ovejitas y cabras y escomenzaron
a bailar de gusto. Y el pastor escomenzó a bailar también. Y tocaba más el
pastor, y las ovejas y cabras baila que baila. Y el amo de gusto escomenzó a
bailar también, hasta que ya estaban todos bailando, amo, pastor, ovejas y
cabras. Y el pastor venga a tocar, y el amo venga a bailar. Y ya cuando el
muchacho se aburrió de tocar la gaita, se tumbó a descansar, y así hicieron las
ovejas y las cabras y el amo.
Y ya fué el amo y se lo
dijo a su mujer. Y la mujer le dijo:
-Anda, no vengas con
embustes. ¿Ande se han visto ovejas y cabras que bailan?
-Si no lo crees, anda a
ver y verás que es verdá. Yo mismo he tenido que bailar. Cuando ese muchacho
toca la gaita, todos tienen que bailar.
Y ya dijo la mujer:
-No lo creo, pero voy a
ver si es verdá.
Y ya llegó ande estaba el
pastor con las ovejas y cabras y le dijo que tocara la gaita. Y escomenzó a
tocar la gaita, y se alevantan las ovejas y cabras en seguida y escomienzan a
bailar. Y ya escomenzó la ama a bailar también. Y el pastor venga a tocar la
gaita, y la ama venga a bailar. Y estuvieron todos bailando hasta que el pastor
se aburrió y todos se tumbaron a descansar, la ama, el pastor, las ovejas y las
cabras. Y cuando ya la mujer descansó, se fué pa su casa.
Y cuando llegó a su casa,
le dijo su marido:
-Bueno, y ¿qué tal? ¿Han
bailao las ovejas?
-Han bailao las ovejas y
cabras y yo con ellas -le dijo la ama. Cuando ese pastor toca la gaita, todos
tienen que bailar.
-Ya yo te lo decía -le
dijo el amo.
Y ya decidieron los amos
despedir al pastor porque siempre tenía a las ovejas y cabras y a todo el mundo
bailando. Y las ovejitas y cabras se murieron todas de sentimiento, de ver que
ya nadien les tocaba.
Y el muchacho se fué
entonces pa su casa con su padre. Y cuando le contó lo que le había pasao, los
dos hermanos mayores empezaron a hacerle burla. Y el padre dijo:
-Este muchacho pa nada
sirve. Mejor es que se quede en casa y vosotros tendréis que trabajar pa vivir.
Y al día siguiente, envió
el padre al hijo mayor a vender manzanas al pueblo. Y en el camino se encontró
con una vieja que le preguntó:
-¿Qué vendes?
Y él le respondió:
-Vendo ratas.
Y la vieja le dijo:
-Pues ratas se te
volverán.
Y llegó el muchacho al
pueblo y cuando iba a sacar manzanas pa venderlas, no salían más que ratas. Y
ya le dieron una paliza al muchacho, y se fué pa su casa.
Y al día siguiente, envió
el padre al hijo segundo al pueblo a vender naranjas. Y en el camino se encontró
con la misma vieja que le dijo:
-¿Qué vendes?
Y él le dijo:
-Pájaros.
Y la vieja le dijo:
-Pues pájaros se te
volverán.
Y cuando el muchacho
llegó al pueblo y fué a abrir la cesta de naranjas, salieron volando unos
pájaros y no quedó nada. Y ya el pobre se volvió pa su casa muy desconsolao.
Y entonces el hijo menor
le dijo a su padre:
-Padre, yo quiero ir
ahora al pueblo. Envíeme a mí y verá como me va bien.
Y los dos mayores se
reían de él y decían:
-¡Qué vas a hacer tú, tonto!
Si a nosotros nos ha pasao mal, a ti te irá peor.
Pero el padre le dejó ir
y le dió una cesta de uvas pa vender en el pueblo. Y en el camino el muchacho
se encontró con la misma vieja y le preguntó:
-¿Qué vendes?
Y él le respondió:
-Vendo uvas. ¿Quiere usté
unas?
Y ella le contestó:
-No, gracias. Muchas uvas
venderás.
Y llegó el muchacho al
pueblo a vender sus uvas, y cuantas más vendía, más había en la cesta. Y estuvo
vendiendo hasta que ya llenó muchos talegones de dinero, y se fué con ellos pa
casa de su padre. Y por el camino iba tocando la gaita, que todavía tenía, y se
encontró con la vieja que le dijo:
-No toques la gaita,
hijo, hasta que no llegues a casa.
Y llegó el muchacho a su
casa y salieron los dos hermanos y el padre a recibirlo. Y el padre decía:
-Otra, por cierto. Ya se
habrá metido este tonto en otra.
Y llegó el muchacho y les
dijo:
-Traigo muchos reales,
padre, tantos, que se pegan a la cesta y no se pueden salir. Y otros traigo en
taleguillos, que tampoco se pueden sacar.
Y dijo el padre:
-Pues, ¿cómo nos vamos a
arreglar pa sacar el dinero de la cesta y de los taleguillos?
-No se apure usté, padre
-le dijo el chico. Ya verá usté.
Y escomenzó a tocar la
gaita, y escomenzaron a salir bailando las perras y los reales de la cesta y
de los taleguillos. Y así estuvo tocando la gaita hasta que salió todo el
dinero y quedaron ricos.
Conque con eso, ya sus
hermanos le querían mucho. Y el padre les dijo:
-Ahora vamos a hacer una
casa con este dinero.
Y hicieron una casa muy
bonita, con el dinero. Y la hicieron tan bonita, que no les quedó nada dinero,
y les dijo el padre:
-Pues ahora tenemos que
salir por el mundo alante a hacer la vida.
Y los hermanos mayores,
como que siempre estaban con la envidia, se fueron solos y el menor se fué con
el padre por otro lao.
Y el menor y el padre se
fueron por los pueblos vendiendo aceite. Y vendieron todo el aceite y siempre
por el aceite cobraban güevos. Y de contento que estaba, el chico le dijo a sa
padre:
-Padre, ya que hemos
vendido todo el aceite y traemos tantos güevos, voy a tocar la gaita.
Y escomenzó a tocar la
gaita, y escomenzaron los güevos a bailar en las cestas. Y el padre le dijo:
-¡Por Dios, hijo, que no
toques la gaita! ¿No ves que los güevos bailan y se van a romper todos?
-No se apure usté, padre
-le dijo el hijo.
Y seguía tocando la
gaita, y los güevos a bailar en las cestas.
-No, hijo, no toques, que
se rompen.
-No se apure usté, padre,
que no se rompen.
Y venga a tocar la gaita,
y vengan a bailar los güevos, hasta que también el padre y el hijo escomenzaron
a bailar. Y así estuvieron bailando el padre y el hijo y los güevos en las
cestas, hasta que el muchacho se aburrió.
Y ya llegaron a casa. Y
tanto eran los güevos que había en las cestas, que no los podían sacar. Y dijo
el padre:
-Pero ahora, ¿cómo nos
arreglaremos pa sacar tantos güevos de las cestas?
Y el muchacho escomenzó a
tocar la gaita, y los güevos escomenzaron a salir de las cestas hasta que
salieron todos. Y el muchacho decía:
-Con esto ya nos podemos
ganar la vida.
Y ya se fueron a vender
los güevos. Y cuantos más vendían, más salían de las cestas, y se hicieron
ricos.
Y después los dos
hermanos mayores volvieron y no trajeron nada. Volvieron más pobres que nunca.
Y de envidia que le tenían al menor, le quitaron la gaita. Y ya al menor no le
hacía falta porque ya estaban ricos él y su padre. Y salieron ellos con la
gaita tocando pa ver si se hacían ricos ellos también. Pero no pasaba nada. La
gaita sólo al chico le servía.
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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