47. Cuento popular
Eran dos ancianos que no
habían tenido familia. Y siempre le rogaban a San Pedro que les diera una hija.
Y al fin, ya de viejos, les dió Dios una hija. Y vino San Pedro a verlos y lo
convidaron de padrino. Y le pusieron Pedro, como el padrino.
Y cuando ya la chica
estaba grande, murió el padre y tuvo que salir a servir. Y la madre no sabía
cómo vestirla. No la vestían de mujer porque no pegaba con el nombre que tenía.
De manera que la madre la vistió de hombre, y se marchó a servir.
Y apenas había salido de
su casa, cuando le salió San Pedro al encuentro y la dirigió a un palacio. Y se
dirigió la chica al palacio y llegó y llamó en la puerta. Y salió una criada y
la chica la dijo que si querían un criao. Y ya subió la criada y dijo que había
un chico a la puerta que decía que si hacía falta un criao, y le dijon que
subiera. Y subió y le gustó a la reina y se quedó de criao en el palacio.
Y ya se llegó el tiempo
que el rey tuvo que irse a la guerra. Y en ese medio tiempo la reina se enamoró
de Pedro, creyendo que era hombre. Y una noche fué tres veces a la cama de
Pedro, pero Pedro le dijo que no, que no podía ser, que ella era la reina y él
no era más que su criao. Y entonces la reina le envió a decir al rey que
necesitaba varón, que se viniera pronto. Y vino el rey y le dijo ella:
-Hay que matar a Pedro.
Tres veces bajó a mi cama y hay que matarlo.
Y fué el rey y mandó
llamar a Pedro y le dijo que lo iba a matar, pero que no lo mataría si le traía
un anillo que se le había caído en la mar. Y se fué Pedro llorando, sin saber
qué hacer, cuando se le apareció San Pedro y le preguntó por qué estaba tan
triste. Y cuando Pedro le contó lo que le pasaba, San PQdro le dió un pito y le
dijo:
-Toma este pito y te vas
a la orilla del mar y lo tocas, y saldrá un pececito con el anillo en la boca.
Y se fué Pedro con el
pito y cuando llegó a la orilla de la mar, empezó a tocarlo y en seguida salió
un pececito con el anillo en la boca. Y fué Pedro y le entregó el anillo al
rey. Pero el rey le dijo:
-Para que no te mate,
tienes que traerme una hija muda que se robaron los ladrones:
Y se fué el chico muy
triste a ver si se encontraba con San Pedro. Y le salió San Pedro al encuentro
y le preguntó por qué estaba tan triste. Y le contó Pedro lo que le pasaba, y
San Pedro le dijo:
-No te apures por nada.
Tú vas a la casa de los ladrones y te pones a la puerta. Cuando dan las doce,
las puertas se abren y a la repetición se cierra. Entonces entras y coges a la
muda y la sacas antes de que dé la repetición.
Y así lo hizo Pedro. Fué
y se puso a la puerta, y al momento que dieron las doce, se abrieron las puertas.
Y entró a escape y cogió a la muda, y salió antes de que diera la repetición. Y
al cerrarse las puertas, la muda pegó un grito, y en el camino pegó otro grito,
y al entrar en el palacio, otro.
Y llegó Pedro con ella y
se la entregó a la reina; pero la reina dijo que no, que tenían que matarle.
Pero dijo el rey que no le mataban, si dividía esa noche tres fanegas de trigo,
tres de cebada y tres de centeno para las tres de la mañana.
Y salió Pedro y se puso a
llorar. Y llegó San Pedro y le preguntó por qué lloraba. Y ya le conté Pedro lo
que le pasaba. Y San Pedro le dijo:
-Pide que te den una
silla pa la habitación donde te encierren, y te tumbas a dormir.
Y así lo hizo Pedro.
Pidió una silla y la llevó a la habitación donde lo iban a encerrar con las
tres fanegas de trigo, las tres de cebada y las tres de centeno. Y cuando lo
encerraron, se tumbó a dormir.
Y a la una de la mañana
se asomó la reina y se puso muy contenta porque vió que todavía Pedro no
dividía nada y que lo iban a matar. Y al dar las dos y media, se asomó otra
vez, y más contenta se puso cuando vió que Pedro estaba tumbao en la silla durmiendo
y nada había hecho y de seguro lo iban a matar. Y al dar las tres, se asomó
otra vez la reina y vió que todo el grano estaba dividido y Pedro estaba
sentao en la silla.
Y ya fueron a ver si
Pedro había dividido todo aquel grano, y al ver que todo lo había dividido, se
quedaron asombraos.
Pero la reina todavía no
estaba satisfecha y dijo que no, que le iban a matar, y que tenía que ponerse
él solo en la horca pa que le ahorcaran.
Y subió Pedro a la horca.
Y al ponerse él solo la horca, se le apareció San Pedro, y le dice Pedro:
-Yo de ésta no me
desenredo.
Y San Pedro le dijo:
-No temas, que nada te
pasará.
Y ya se pusieron a un lao
el verdugo y a otro el rey y la reina, y pidió Pedro que le dejaran hablar tres
palabras. Y le dijon que las dijera, y le dijo a la muda:
-Di, Ana, ¿por qué
pegaste el grito al salir de Granada?
Y Ana, la muda, dijo:
-Porque mi madre bajó
tres veces a la tu cama.
Y todos se quedaron
asombraos. Y le dijo entonces Pedro:
-Di, Ana, ¿por qué
pegaste otro grito en medio del camino?
Y la muda contestó:
-Porque San Pedro es tu
padrino.
Y más asombraos quedaron
todos. Y ya faltaba todavía la tercera palabra, y dijo Pedro:
-Di, Ana, ¿por qué
pegaste otro grito al entrar en el palacio?
Y contestó la muda:
-Porque eres hembra y no
macho.
Y tan asombraos quedaron
todos, que por largo rato guardaron silencio. Y después de volver de su
asombro, el rey mandó matar a la reina y se casó con Pedro, que era una
muchacha muy guapa.
Y ellos se quedaron allí,
y a mí me enviaron aquí a que te lo contara a ti.
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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