En
cierta época iba un caballo flaco por un sendero, quizá tal vez a
buscar un valle donde había agua abundante y pasto. Cuando estaba en
el camino, siente que de la ladera de la sierra le pega un grito el
lión, y lo llama con estas palabras:
-Señor
caballo, señor caballo, por favor, venga, favorezcamé que ya me
muero apretado con esta peña.
El
caballo se siente un poco con miedo y en un principio no le hace
caso, pero en vista de que éste le suplica que vaya, se aproxima, y
cuando se aproxima le dice:
-No
tenga miedo amigo, no te voy hacer nada, sacame la peña.
Entonces
el caballo, condolido de lo que pasaba, le dice:
-Pero,
¿qué me prometes si yo te hago este servicio?
-Que
vamos a ser íntimos amigos. Yo no te voy a comer, por el contrario,
voy a ser tu protector. Te veo muy enflaquecido. Te llevaré a un
lugar donde hay mucho pasto y hermosa agua. Y ahí cambiarás vos
completamente de figura. Te prometo que no te voy a comer. Ésa es mi
palabra y la voy a cumplir.
El
caballo creído le saca la piedra y una vez que el lión está libre
le dice que sigan por la senda. Habían caminado ya un trecho largo,
y le dice el lión al caballo.
-Mire,
amigo, yo estoy muy cansado, me duele mucho la mano. Descansemos un
poco. Yo tengo un hambre que ya me muero y he pensado que no hay más
remedio que comerte.
Cuando
dice eso, el caballo le dice:
-Y
¿cómo? ¿Eso es lo que vos me prometistes? ¡Qué palabra falsa!
¿no?
Cuando
están discutiendo, en eso, lo que el lión había prometido, aparece
un zorro. Le dice el caballo al lión:
-Mirá,
allá va un zorro. Yo creo que este señor es juez. Lo vamos a llamar
para que diga si hay o no razón para que me comas.
Lo
hablan al zorro, llegan a donde está y cuál será la sospresa
cuando les dice:
-¿Qué
necesitan de mí? Yo soy el zorro juez.
Entonces
el caballo le dice:
-Mire,
señor juez, el señor Lión estaba en una situación crítica cuando
yo atravieso a pasar por el sendero. Me llama para que le desaprete
la mano, la mano que la tenía apretada por una peña enorme, que ya
se moría. Hacía dos días que estaba ahí y ahora me quiere comer.
Usté dirá si esto es justo.
El
zorro le dice:
-Yo,
para dar ese fallo, en el asunto de ustedes, tendremos que volver a
ir al lugar del hecho.
Se
volvieron, obedeciendolé la orden al señor juez. Llegaron al lugar
donde estaba, y le dice:
-Bueno,
ponga la mano. Usté, apretelé con la piedra.
Una
vez que estuvo apretado, le dice.
-Bueno,
la condena es que vos tienes que morirte ahí apretado por ser falso
de palabra.
La
consecuencia es que cuando se promete una cosa, aunque sea de valor,
y cueste lo que cueste, hay que cumplirla.
Samuel
Zavala, 65 años. La Carolina. Pringles. San Luis, 1969.
El
narrador, maestro jubilado, nativo de la región, oyó este cuento
hace varios años a Bonifacia Salinas, nacida en La Carolina, de
donde nunca salió.
Cuento
597. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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