Tomás
se había hecho muy amigo de la ardilla y la convenció para que se
quedara en su jardín.
Así
que se dirigieron al parque con el fin de transportar todas las
pertenencias de la ardilla. No os podéis imaginar la cantidad de
cajas, jarras, tarros, tazas y recipientes de todas clases que pueden
caber en la casa de una ardilla. En uno decía «almendras
garrapiñadas». En otro, «almendras saladas». En un tercero,
«reserva de nueces». En los demás, «harina», «piñas», «bayas
de saúco», «bellotas», etc.
No
fue fácil hacer la mudanza y trasladarlo todo, sin romper nada, al
jardín de Tomás. Después, la ardilla lo subió todo al pino y,
desde aquel día, vive feliz cerca de su amigo.
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anonimo cuento - 064
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