Tomás
salió un día hacia la ferretería de su padre con su perro Al, la
gata Kiti y la ardilla Sammy.
Mucho
antes de llegar, vieron que ante la tienda se había formado una
enorme cola para comprar cascanueces. Había también una segunda
cola, formada por la gente que tenía perro y quería comprar
collares.
-¡Mirad,
es ella! -gritó uno de los que esperaban en la cola de los
cascanueces -es la ardilla del escaparate.
-¡Es
él! ¡Es él! -gritaron a su vez los dueños de los perros,
apuntando con el dedo hacia Al.
El
padre de Tomás apenas tuvo tiempo de hablar con su hijo y sus
amigos. Sin embargo, encontró un minuto para advertir a Tomás que
los comederos para gatos acababan de llegar y que debía terminar
cuanto antes la escultura de arcilla de la gata Kifi.
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anonimo cuento - 064
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