Un
zorro vagaba a últimas horas de la tarde en busca de algo para
cenar. Llegó a un gallinero y, a través de la puerta abierta,
distinguió a una gallina posada muy arriba en el palo, segura y
fuera de su alcance.
«Aquí
-pensó el zorro- voy a tener que poner a prueba mi poder de
persuasión.» Se quedó pensativo un momento y se dirigió a la
gallina de este modo:
-Dime,
amiga gallina, ¿has estado enferma? Hace mucho tiempo que no te veo
por aquí. Estaba muy preocupado por ti, pues he oído decir que
habías perdido tus colores. Y es cierto. Sí que pareces un poco
pálida, ¿sabes? Si bajas -continuó el zorro- te tomaré el pulso.
-No
creo que sea necesario -contestó la gallina. Si bajo, no tomarás
sólo mi pulso, sino también a mí.
El
zorro se marchó avergonzado. No sabía que la gallina siempre estaba
en guardia contra los falsos amigos.
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anonimo cuento - 064
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