El
abuelo de Pedro nunca salía en invierno cuando el suelo estaba
resbaladizo.
-Me
gustaría salir -solía decirle a Pedro, pero podría caerme y
hacerme daño.
Así
que el pobre anciano se había acostumbrado a permanecer tristemente
sentado en casa la mayor parte del invierno, esperando el retorno de
la primavera.
Un
año, Pedro concibió una genial idea. Llevó al zapatero un par de
botas de su abuelo y le pidió que les pusiera unas suelas
antideslizantes.
Unos
días más tarde, era el cumpleaños del abuelo. Y, al abrir el
regalo de Pedro comprobó, decepcionado, que se trataba de un simple
par de zapatos.
-Vamos
a dar un paseo, abuelito -dijo Pedro.
-Ya
sabes que no puedo -gruño el anciano.
-Con
estas nuevas suelas que he mandado poner a tus botas, sí podrás
-replicó Pedro.
El
abuelo se puso las botas y salió con Pedro.
Anduvieron
varios kilómetros y ningunos de los dos resbaló.
Era
el mejor regalo que el abuelo había recibido en muchos años.
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anonimo cuento - 064
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