Andrés
acababa de desbrozar el campo y estaba unciendo los bueyes al arado
para sembrar el trigo para el invierno. En aquel momento, desde algún
lugar, una voz le interpeló y le dijo:
-Andrés,
¿por qué no siembras guisantes, en vez de trigo?
Los
dos bueyes se volvieron hacia el lugar de donde venía la voz, hacia
el río, y otearon los alrededores con aire incrédulo, pues no se
veía un alma, ni siquiera un pájaro. Pero Andrés se limitó a
sonreír.
Sabía
perfectamente quién era la persona que acababa de dirigirse a él.
No era difícil de adivinar. También vosotros podéis hacerlo. Ya
conocemos a la niña a la que le gustaban los guisantes más que
ninguna otra cosa. Os acordáis del cuento que os conté en agosto,
¿verdad?
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anonimo cuento - 064
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