Érase
una vez un niño africano que vivía en la jungla. Su diversión
favorita era jugar al escondite con su amigo el mono. Un día, el
niño se internó tanto en la jungla que no encontraba el camino de
regreso. Asustado, se escondió entre la maleza y escuchó con
atención, esperando oír un ruido de pasos o el roce de las ramas.
Pero lo único que conseguía distinguir era su propio corazón, que
no dejaba de latir con excitación.
«¿Por
qué no me busca el mono? ¿Por qué no me llama?» -pensaba.
Después, se le ocurrió mirar hacia arriba. Y allí, sentado en una
rama, el mono le sonreía, con gesto burlón. El negrito lo llamó,
mientras, para sus adentros, pensaba que es imposible esconderse de
un mono que se mueve por entre los árboles como un pez en el agua.
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anonimo cuento - 064
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