Don
Martín siempre había llevado gafas. Un día, de repente, apareció
sin ellas.
-Pero
don Martín -le preguntó doña Rosa, su vecina- ¿qué ha hecho
usted con sus gafas?
-Me
he deshecho de ellas -replicó. ¿No cree que así estoy muchísimo
mejor?
De
repente, mientras hablaba, tropezó con una pelota con la que su
perro había estado jugando y quedó tendido cuan largo era. En su
caída, perdió una de las lentillas que, rodando, desapareció entre
la hierba. Por suerte, la encontró después de buscarla unos
minutos. Volvió a colocársela bajo el párpado, pero recordó un
refrán que alguien le había dicho en una ocasión: «En el pecado
va la penitencia.»
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anonimo cuento - 064
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