Mientras
modelaba la figura de Sammy en arcilla, Tomás se preguntaba,
inquieto, cómo iba a arreglárselas para imitar el pelo de la
ardilla.
-Ven
a verlo, Sammy. ¿Qué te parece?
-¿Soy
yo?
La
ardilla se puso roja de contento y no dejaba de repetir lo amable que
era Tomás por haber hecho una escultura tan bonita con ella como
modelo. Para terminar, Tomás colocó, en una de las patas delanteras
de la figura, un cascanueces de arcilla.
-Ahora
sí está terminado, Sammy -dijo. Mañana por la mañana iremos a ver
qué tal queda en el escaparate de papá.
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anonimo cuento - 064
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