Al
día siguiente, como había predicho el gorrión, el viento sopló...
¡y cómo! La cometa de Cali se alzó como una flecha. El viento la
subía cada vez más alto, hasta el punto de que Cati se preguntaba
si no le daría vértigo estar tan alto.
Cati
tuvo que soltar todo el hilo, pero no fue bastante y el viento le
arrancó la cometa de las manos y, por un momento, la agitó de un
lado para otro. Finalmente, aterrizó en un manzano.
Ayer
había sido el gorrión y esta vez fue el petirrojo quien vino en su
ayuda.
-Yo
iré a buscártela, no te preocupes -murmuró.
Y,
con muchísimo cuidado, le trajo su cometa.
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anonimo cuento - 064
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